viernes, 26 de noviembre de 2010

MUCHO SIMBOLISMO Y UN GRAN VINO

El maridaje de hoy es uno que hace tiempo que estaba esperando, porque se trata de un libro que me gusta mucho y necesitaba un vino que lo acompañara. Pero obviamente no podía ser cualquier vino, sino uno que tuviera la dulzura, la tristeza, la magia, los paisajes y los misterios que tiene el libro elegido. A muchos no les gustará (varios de ellos sin haberlo leído), pero creo realmente que El Señor de Los Anillos es una de las mejores obras de literatura fantástica que se han realizado.

Para el maridaje de hoy usaré el primer libro, llamado La Comunidad del Anillo. Tal vez muchos están pensando en la película, pero la misma no es fiel representante del libro (como casi siempre). Hay un montón de magia dentro del libro que no fue llevada a la pantalla, tal vez para no arruinarla, tal vez porque no había forma de hacerlo.

Muchos renegarán de este libro por considerarlo literatura liviana, sin embargo es tal la cantidad de referencias y simbolismos que contiene que ha sido objeto de grandes estudiosos de la literatura. La mitología nórdica y griega se entrelazan con referencias bíblicas que hacen de este libro un muy buen exponente de este tipo de literatura. Los mismos que reniegan de este libro muchas veces son fanáticos de El Principito, con gran razón ya que es un excelente libro, pero sigue siendo literatura fantástica.

La variedad que lo acompañará hoy será el Syrah (también escrita Shiraz). Si bien es difícil lograr con ella grandes vinos, cuando se consigue, como en el caso del Bianchi DOC Syrah 2006 de bodegas Valentín Bianchi se logra un muy buen exponente de esta cepa, que es la tercera en popularidad a nivel mundial luego del Cabernet Sauvignon y el Pinot Noir (entre las tintas obviamente).

Ante todo, este libro está plagado de dulzura. Con algunos ribetes ácidos durante el transcurso de la trama. J. R. R. Tolkien combinó varias mitologías para lograr esta serie de libros donde humanos, elfos, enanos y hobbits luchan contra las fuerzas del señor oscuro con el fin de salvar Tierra Media. Cada una de estas especies, con sus contrastes hacen que el grupo, La Comunidad del Anillo sea mucho más que la suma de sus integrantes.

Será tal vez la suma de lo artesanal de su cosecha manual, su fermentación clásica o su pasaje por barricas de roble tanto americanas como francesas de tostado medio que hacen de este vino tan especial. Su sabor, si bien es un vino seco tiene un toque dulzón que lo hace muy agradable. Su aroma recuerda a guindas y cerezas, las cuales seguramente serían muy bienvenidas por Frodo y Sam, los dos personajes principales y encargados de destruir el anillo.

La mayor diferencia entre este primer libro y la película sea la ausencia en esta última de un personaje lleno de magia llamado Tom Bombandil. Él no sólo controla los bosques que lo rodean sino que además no es afectado por la malicia del anillo. Este invita a los cuatro hobbits que comienzan la travesía y los hace sentir cómodos y confiados. Cuando este vino llega a la boca y se despliega de forma impactante, con un toque claro de roble y sabores complejos pero dulces nos hace sentir relajados, sabiendo que en ese momento estaremos bien. Su pasaje es duradero y nos genera una sensación de bienestar que merece otro sorbo, con taninos que se sienten pero están muy aterciopelados y con una leve acidez que lo hace muy fresco para ser un tinto.

Su color es muy oscuro como las noches que albergaron a los aventureros de este libro o las que nos permitirán a nosotros disfrutar alguno de los dos elementos. Oscuro como las intenciones del creador de un único anillo para controlar a todos, especialmente a los hombres y su codicia. Pero intenso como la valentía de un pequeño personaje decidido a terminar con esta historia y traer la paz definitiva a Tierra Media.

Este verano que se viene por estos lados invita a llevar adelante este maridaje. Por más que este Syrah sea un vino tinto, es un vino con gran frescura y que merece ser disfrutado al atardecer. Puede acompañar un asado si queremos un vino de buen cuerpo pero que no tenga la aspereza de un Tannat. El libro es casi obligatorio en las maletas que se arman para las vacaciones, junto con algún libro liviano y otro más profundo. Si nunca fue leído merece serlo, y si lo fue seguramente se descubra algo nuevo o se vea un paisaje o una sensación de forma diferente.

Mientras lo tomamos seguimos descubriendo sus secretos, al igual que en el libro, cuando vamos hallando las diferentes aristas de los personajes y los inmensos paisajes llenos de vida pero frágiles, a merced de la voluntad de quienes los habitan. Los misterios del anillo y su simbología se van dejando ver a lo largo de las páginas, si bien en algún momento puede parecer complejo deja paso a una experiencia completa.

Si bien todos los libros se desarrollan según nuestra imaginación, creo que es en este caso donde más sucede. Los personajes fantásticos e increíbles saltan de página en página trayéndonos a la memoria antiguos cuentos que hemos leído, referencias mitológicas y hasta bíblicas. El Syrah DOC 2006 de Bianchi trae a la memoria momentos buenos y divertidos. Amores y poesías, canciones y dulzura. El fondo ahumado y especiado de su aroma nos lleva no sólo a las cenas en La Comarca, hogar de los hobbits, sino a comidas caseras de nuestra infancia y las vastas llanuras de Tierra Media. Los aromas de El Pony Pisador o las casas de los maravillosos y puros elfos.

Creo que no es suficiente lo que pueda escribir para dar una leve idea de cualquiera de los dos elementos de este maridaje. El libro como lo he dicho es tan rico que no pudo ser reflejado del todo en una película con un presupuesto multimillonario. Este vino es tan complejo pero a la misma vez tan sincero que merece probarlo cien veces, sabiendo que cada vez nos otorgará un nuevo secreto. Por ello mismo, al igual que siempre pero más que nunca invito a disfrutar ambos.

lunes, 22 de noviembre de 2010

EL VINO QUE TOMABAN EN LA PULPERÍA DEL TATÚ

Comienzan los días de verano, y todos queremos estar en la costa disfrutando de unas merecidas vacaciones. El despeje absoluto es el objetivo de cualquier descanso, por eso elegí para este maridaje dos elementos que nos relajen y refresquen nuestro paladar y nuestra imaginación.

El libro que hoy adornará este maridaje es de un autor muy nuestro nacido en el departamento de Treinta y Tres. Entre tantas obras que realizó, elegí una en particular que rememora momentos de mi infancia. Me refiero a Las Aventuras de Juan el Zorro de Serafín J. García. Para quien jamás lo haya leído, le recomiendo tomar como excusa algún sobrino o ahijado pequeño para poder tomar contacto con esta serie de fábulas en torno a un pícaro pero entrañable personaje. Es un ser simpático y muy hábil en todas sus empresas. Su alter ego, su enemigo es el tigre. Torpe, vanidoso, déspota con todos.

En el correr de las páginas aparecerán muchísimos animales de nuestra fauna autóctona, tanto mamíferos, aves y reptiles. Todos ellos simbolizan a alguien que conocemos. Está el Tatú codicioso, la Comadreja ladrona, el Loro lengua larga, el Perro milico, etcétera. Algunos ya deben estar dudando de la validez de utilizar una fábula, pero es un género literario de más de 2500 años con autores de la talla de Esopo.

Pero, ¿cuál es el vino que acompañará? Es una cepa poco desarrollada en Uruguay, pero que una bodega en particular lo logró hacer muy bien hace más de 60 años. Un reciente cambio en la imagen hace que hoy esté escribiendo un maridaje que surgió por sí mismo. Me refiero al Riesling Cuna de Los Cerros de San Juan (antiguo San Juan Riesling). ¿Por qué es tan evidente el maridaje? Porque desde hace unos meses, la bodega tiene una línea de seis vinos varietales en los que, desde sus etiquetas, seis aves autóctonas distintas nos observan. Quien engalana la botella del Riesling Cuna es la Calandria, una de las más dulces melodías que podemos escuchar en nuestro país tanto en el campo abierto como en la pulpería a la que Juan el Zorro solía ir a tomar algunas cañas junto al resto de los animales del lugar.

Las Aventuras de Juan el Zorro se dividen en treinta pequeños cuentos, donde vamos conociendo al personaje y sus peripecias. Desde el comienzo Juan el Zorro se nos presenta como un ser aventurero que “cierto día decidió abandonar el pago natal y salir a correr mundo, en busca de horizontes más propicios”. Sin duda que aquellos primeros aventureros que trajeron esta cepa alemana a nuestro país sintieron algo muy parecido, y por suerte en ambos elementos de nuestro maridaje, el horizonte que alcanzaron está a nuestro alcance para disfrutarlo y brindar por ello.

Lo que cualquier gaucho que se aprecie de tal necesita para comenzar sus aventuras es un buen compañero de ruta. Para ello Juan el Zorro recurre a su ingenuo pero cálido amigo como es el Ñandú, de igual forma, este Riesling se acompaña de gran forma con los días que están por venir, buen compañero de la playa y la brisa del mar. Su sabor es propio del verano y la naturaleza, a frutas blancas y vegetales. Tiene un toque de acidez que nos deja una sonrisa, como la picardía tras la mirada de Juan el Zorro. La paleta de colores está tomada de las postales de nuestra campaña, con un tono muy limpio con aristas verdosas.

Es un vino que seguramente cautivará a muchos, aunque más de un Tigre soberbio lo rechace por ser un vino blanco, pero no tardará en aparecer un Zorro que lo descubra sin miedo y luego sea envidiado en silencio por el terco felino.

Esta línea de vinos es un homenaje a la naturaleza, la misma que sirvió de inspiración a Serafín J. García para que pusiera al frente de una pulpería a un viejo Tatú, y en sus mesas a un Carpincho veterano y un Carancho presumido. Un Tigre Overo y un León Bayo como candidatos políticos de la región, en una elección donde comienza la relación entre Juan el Zorro y el Tigre. Este último, ávido de votos toma en sus brazos a Juan como su ahijado (una tramoya del zorro) con tal de obtener dos papeletas más en los comicios, pero como toda voluntad que se quiere comprar, se puede dar vuelta en un instante. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.

Es interesante observar que es tal el respeto del autor por la fauna autóctona que todos los animales están escritos con mayúscula en el libro.

Debemos esperar mucho para encontrar la Calandria en el libro, e incluso cuando aparece, lo hace humildemente mientras observa una payada que llevan adelante dos Zorzales. Esa actitud se repite al servir el vino en la copa y probarlo, sintiendo que a pesar de ser un vino seco, es tan disfrutable que pide con un melódico canto volver a probarlo. Seguramente Juan el Zorro hubiera cambiado la grapa por este vino, siempre y cuando lo hubiera podido conseguir gratis. Lo que no tenía de riquezas lo tenía de habilidad para desarrollar tramoyas en las cuales alguien terminara invitándolo o directamente siendo robado por él. A pesar de todo, nunca robó a un animal inocente, y cada víctima lo fue de sí misma. De su codicia, su altanería, su egoísmo, su exacerbada curiosidad, etcétera. Por ejemplo en la primera visita de Juan el Zorro a la pulpería, cuando nota la codicia del Tatú, el cual en la puerta de su negocio tenía un cartel que rezaba:

“No dentre a esta pulpería
sin darse por enterao,
que si hay sol vende al contao
y si es de noche no fía”

Juan decide conseguir comida a costa del Tatú, y pone en su contra su propia avaricia, ya que es buena costumbre ayudar al estómago vacío de un gaucho andante. Lo engaña fácilmente y se libera de él pudiendo conseguir toda la comida y bebida que pudiera llevar.

Las mayores aventuras de Juan el Zorro se dan gracias a la complicidad de la soberbia del Tigre, quien odia a Juan no sólo porque continuamente lo deja en ridículo, sino por su inteligencia y habilidad, dos características que el felino desconoce. Es un personaje que todos nosotros podemos reconocer en más de un conocido. Alguien que tiene dinero pero cero encanto ni talento, que sólo su status lo hace compañero de alimañas arrastradas y traicioneras, como el Cuervo, el primero en aparecer cuando hay que festejar tontas ocurrencias pero el primero también en desaparecer cuando el bolsillo se cierra. El Tigre durante varios capítulos lucha e intenta atrapar a Juan, luego de haber sido engañado por éste, pero cada vez obtiene un peor resultado. Su sentido común es mínimo, por lo que sigue cayendo capítulo tras capítulo en los engaños de Juan.

En el capítulo en que aparece la Calandria, el Tigre es ridiculizado en una payada mano a mano con Juan en la pulpería del Tatú (quien ya perdonó a Juan por la lección tan clara que le brindó). El Tigre, que ahora trataba de que su venganza no fuera física, sino más bien sicológica como la mayoría de los castigos de los que fue víctima por parte de Juan, creyó ser capaz de ridiculizarlo mediante una payada ante un auditorio compuesto por integrantes de la misma orquesta que tocó en el cumpleaños de la Comadreja: “el Cardenal, el Jilguero, la Calandria, el Grillo, el Boyero, la Chicharra, la Rana, el Mangangá, y otros muchos cantores y músicos de diferente categoría”. El Tigre con tono arrogante comenzó diciendo:

Si hasta el Sabiá cierra el pico
cuando me pongo a cantar,
y no da ni pa empezar
conmigo ningún Boyero,
no será un Zorro guasquero
el que me gane a payar.


Juan el Zorro, irónico como siempre y muy ingenioso le contestó rápidamente:

No bastan las uñas largas
pa ser un güen guitarrero,
ni basta nacer overo
pa ser Tigre de verdá.
Tiene más plumas el Chajá,
pero es más pájaro el Tero
.”

El Tigre, indignado y borracho se lanzó con todo:

Decíme, si sos tan léido,
por qué razón Tata Dios
habiendo dao cola al Chancho
hizo al Carpincho rabón
”.

Juan sonrió sabiendo que comenzaba a ganar la batalla, y tiró sin demorar:

Dios hizo al Chancho de barro
y después que se secó
lo revolió de la cola
y a un pantano lo tiró.

Mandinga quiso imitarlo
pero como era chambón
al revoliar su cochino
la cola se reventó.

Cuadró que por ayí cerca
corría un arroyo cantor.
El bicho jue a parar al agua…
y así el Carpincho nació.


Juan estaba extasiado por su victoria, pero aburrido por lo fácil que resultaba, así que decidió terminarla con los siguientes versos que sirven tanto para su oponente de payada, como para ese Tigre conocido que todos tenemos. El maridaje de hoy termina por aquí, con unos versos que van dedicados a quien le quepa el poncho.

Tata Dios cuando nos hizo,
nos dio un arma a cada cual
pa defender el pellejo
cuando nos viésemos mal.

Al burro, juerza en las patas,
al Venao, la agilidá
guampas filosas al Toro
y lanceta al Mangangá.

Pero hay uno entre nosotros
-sin duda el más animal-,
que porque tiene dinero
cré tener habilidá,
como si eso juera cosa
que se pudiera comprar.
Si usté me dice su nombre
yo me entregó. ¡Ni qué hablar!




lunes, 8 de noviembre de 2010

UNA AVENTURA QUE SURCA LOS MARES

Para este primer maridaje de noviembre y la segunda entrada del mes nos iremos directamente al mar. Uno de los componentes de la combinación de hoy recibe su nombre gracias a una pequeña parte de nuestra historia, más específicamente, de la historia de nuestro río ancho como mar. El otro elemento de este maridaje viene desde mares al otro lado del mundo.

El libro de hoy es de Emilio Salgari, un escritor italiano de la segunda mitad del siglo XIX. Estoy hablando del libro Sandokán, la primera novela protagonizada por ese personaje. Es un príncipe de Borneo que decide dedicarse a la piratería con el nombre de “Tigre de la Malasia”. No elige este camino para apoderarse de tesoros, sino para vengarse del imperio británico que lo sacó de su trono y asesinó a su familia.

Un siglo antes de las aventuras de este príncipe, se hundía en las costas de Montevideo, más precisamente frente al barrio costero Punta Gorda, un galeón español con un gran cargamento de oro y plata. El cargamento, objetivo de los piratas que lo hundieron se considera uno de los diez mayores tesoros sumergidos en el mundo. Para aquellos que aún no sepan cuál es ese barco, se trata de El Preciado, el cual fue homenajeado por la bodega Castillo Viejo en un tinto de corte de alta gama. Para este vino cosecha 2002 se utilizó un cincuenta y seis por ciento de Cabernet Franc, un veinte por ciento de Merlot, un dieciocho por ciento de Tannat y un seis por ciento de Cabernet Sauvignon.

Hecha la presentación, comienzan los factores que hacen que este vino y el libro en cuestión mariden perfectamente. Por supuesto que el nombre y la presencia del galeón en la botella hacen que la relación con piratas o flotas mercantes a vela nazca inmediatamente. Pero más allá de eso está la aventura. Si bien en un caso está en riesgo mucho más que el otro, pero se necesita valentía para surcar los mares del sudeste de Asia, o para generar un corte de alta gama, con la esperanza que todo el esfuerzo (no sólo económico, sino de las expectativas puestas en el vino) valga la pena. Por suerte una vez más nos encontramos con un vino uruguayo que no es la excepción, y Castillo Viejo logró un gran vino que por ejemplo, ganó en su categoría en el concurso “El consumidor elige” del “XV Salón Nacional del Vino”.

El autor describe a Sandokán de la siguiente forma: “Era alto, vigoroso, de robusta musculatura, facciones enérgicas, feroces y de rara belleza”. Esta descripción se podría utilizar perfectamente como alegoría para describir lo que se siente en boca cuando este gran vino pasa por ella. Su volumen y untuosidad hacen que la primera impresión sea de un vino sublime, como esas personas que al entrar a un lugar lo llenan con su presencia, justamente como un príncipe alto y de facciones enérgicas. Los taninos están presentes, pero algo dulces y muy gentiles, propios de la caballerosidad de un pirata que supo ser de la realeza. El Preciado de Castillo Viejo promete durar mucho, tanto o más que las aventuras de nuestro personaje.

Es un vino orgulloso, seguro de lo que puede brindar y de lo que es. Sus casi dos años y medio de añejamiento (catorce meses en barrica y quince en botella), la combinación entre barricas de roble americano y francés con diferentes tostados y de diferentes tonelerías, le otorgan a cada botella una presencia que merece ser presentada con grandeza. De igual forma se presenta Sandokán diciendo: “Hay un hombre que impera sobre los mares que bañan las costas de las islas malayas, un hombre que es el azote de navegantes, que hace temblar a las gentes y cuyo nombre suena como una campana fúnebre. ¿Has oído hablar de Sandokán, llamado también el Tigre de la Malasia? Mírame la cara. ¡El Tigre soy yo!” La bodega Castillo Viejo está en condiciones de clamar por tener un vino que se destaca en la mesa o en cualquier cava, que a pesar de su tiempo sigue con la energía de un joven, que desafía los sentidos dejando misterios en la boca y la nariz, para seguirlo conociendo, que a pesar de probarlo cien veces, siempre mostrará una nueva sorpresa.

Sus aromas son complejos y exóticos. Se puede sentir tonos de chocolate y vainilla, con destacados matices frutales y especiados, como clavo de olor. Aromas de las tierras de Yañez, el ayudante portugués de nuestro personaje. Quizás aromas de las maderas que formaban su orgulloso barco, o tal vez propios de los tupidos bosques en los que Sandokán se escondía para escapar de los ingleses, o de quienes no querían su relación con Mariana, su gran amor.

Su color es púrpura con ribetes violáceos, oscuro como los ojos del príncipe despojado de su reino, pero con la vivacidad de quien tiene un objetivo. Al mismo tiempo posee una profundidad propia de un alma noble como su contenido y nuestro héroe. Tal vez esas noches en las que con su barco surcaba los mares en busca de una de las tantas islas de los mares de Malasia, tenían la oscuridad y el brillo propios que encontraremos en cada copa de El Preciado.

Un vino como este, sea cual sea la bodega no puede nacer sin ayuda del amor a lo que se hace y a lo que brinda la naturaleza. Ese amor que derrota hasta a la venganza más deseada. Sandokán, a pesar de perderlo todo frente a los ingleses y entender que “no soy pirata por avidez, soy justiciero, el vengador de mi familia y de mi pueblo, nada más”, encontró en unos ojos azules como el mar que acunó a El Preciado y al barco de nuestro héroe, el amor que le hizo dudar de sus propósitos: “Si quieres iré a destronar a un sultán para darte un reino; si deseas ser inmensamente rica, saquearé los templos de la India y de Birmania para cubrirte de diamantes y de oro… si me pides que renuncie para siempre a mis venganzas y que el pirata desaparezca, incendiaré mis praos para que nadie pueda piratear, despediré a mis hombres e incendiaré mis cañones. Habla, dime lo que quieres”.

Los dos componentes del maridaje de hoy merecen respeto y tiempo. Respeto porque se lo han ganado y tiempo porque es la mejor forma de disfrutarlos. Un vino como este debe ser decantado o al menos permitirse airear para que brinde todo de sí. Este libro merece tiempo, para entender que muchas veces intentar devolver el daño que se nos ha causado es bajeza de espíritu, que siempre será vencido por nobles sentimientos, y nobles vinos como El Preciado de Castillo Viejo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

BORGES Y EL VINO


Para comenzar noviembre no haré un maridaje sino una introducción a un autor y su relación con el vino. Si uno piensa en literatura argentina, automáticamente surgirá el nombre de Jorge Luis Borges. Este post se relaciona con el anterior, ya que Quino lo conoció y hasta le preguntó por el origen de una palabra en una feria de literatura de las de antes.

Él además era un gran consumidor de vino, y entre innumerables obras (alguna de las cuales esperamos maridar algún día en este blog) realizó dos poemas en honor a esta mágica bebida. Considera al vino como una conexión entre las diferentes culturas a lo largo de la historia, que se mantiene más allá del tiempo.

Pero para no analizar tanto y disfrutar sin estructurar tanto poemas que surgieron de lo más profundo de uno de los grandes de la literatura mundial, les dejo los dos poemas de hoy.



Al vino.


En el bronce de Homero resplandece tu nombre,
negro vino que alegras el corazon del hombre.


Siglos de siglos hace que vas de mano en mano
desde el riton del griego el cuerno del germano.


En la aurora ya estabas. A las generaciones
les diste en el camino tu fuego y tus leones.


Junto a aquel otro río de noches y de días
corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías,


vino que como en Éufrates patriarcal y profundo
vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.


En tu cristal que vive nuestros ojos han visto
una roja metáfora de la sangre de Cristo.


En las arrebatadas estrofas del sufí
eres la cimitarra, la rosa y el rubí.


Que otros en tu Leteo beban un triste olvido;
yo busco en ti las fiestas del fervor compartido.


Sésamo con el cual antiguas noches abro
y en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.


Vino del mutuo amor a la roja pelea,
alguna vez te llamaré. Que así sea.




Soneto del vino



¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué silenciosa


conjunción de los astros, en qué secreto día


que el mármol no ha salvado, surgió la valerosa


y singular idea de inventar la alegría?


Con otoños de oro la inventaron. El vino


fluye rojo a lo largo de las generaciones


como el río del tiempo y en el arduo camino


nos prodiga su música, su fuego y sus leones.


En la noche del júbilo o en la jornada adversa


exalta la alegría o mitiga el espanto


y el ditirambo nuevo que este día le canto


otrora lo cantaron el árabe y el persa.


Vino, enséñame el arte de ver mi propia historia

como si ésta ya fuera ceniza en la memoria.