lunes, 22 de octubre de 2012

VINO Y LIBRO PARA DISFRUTAR LENTAMENTE


La mezcla perfecta entre haraganería y falta de inspiración hizo que estuviera todos estos meses sin escribir, hasta que hace pocos días recordé un libro que leí hace muchos años y pensé en qué vino podría acompañarlo. El libro en cuestión se trata de “Un minuto para el absurdo” de Anthony de Mello. Un libro con más de 300 pequeñas enseñanzas de un maestro hindú a sus discípulos. No es un libro de autoayuda, aunque en sus páginas podemos encontrar consejos que nos daría un amigo poético, o un psicólogo realmente interesado.

La idea del libro como lo indica en su prólogo es lograr en nosotros un despertar, pero no de una forma Cohelísitica plagada de lugares comunes, sino de llegar a aquello que ya sabíamos y, o nadie nos lo había dicho de esa forma, o aún no queríamos ver. Es un libro que trata de sorprender, y esa es la primera característica en común con el vino que usaremos para esta combinación.

El vino en cuestión se trata del Tannat, Syrah, Viognier de Pisano. ¿Por qué sorprendente? Por lo bueno que es para comenzar, y por lo bien que le quedó a esta gran bodega uruguaya la combinación de dos cepas tintas con una blanca. No es la primera vez que escribo sobre vinos que combinen ambos tipos de uva, pero creo que este es un caso mucho más amable y sencillo para comenzar a degustar este tipo de vinos.

El libro habla de nuestro día a día. Nuestros miedos, esperanzas, preguntas, celos, envidias, dudas… en definitiva, los ingredientes de las charlas más amenas y apasionantes y el detrás de nuestros más íntimos brindis.
La segunda característica de cada uno es lo vivaz de sus colores. Esa pequeña cantidad de Viognier en el vino de Pisano le da un brillo muy particular para un tinto, brillo similar al que surge de las palabras impresas en negro sobre el papel blanco del libro. Esta aclaración es simplemente para recordar que muchas veces no se necesita de colores para hacer algo colorido, pero algo muy colorido puede perfectamente ser oscuro si no tiene aquello que lo hace brillar. Tanto en uno como en otro caso de nuestra combinación, aquello que lo hace brillar es el deseo. El deseo de algo nuevo, el deseo de algo mejor, el deseo de algo distinto. La lucha contra lo seguro y el lugar común. Es mucho más fácil hacer un tinto “puro” (sin desmerecer ni un instante a quienes toman este camino), o un libro líneal, pero cuando nos ponemos a nosotros mismos en lo que estamos haciendo, cuando cada palabra, cada idea, cada gesto o cada copa habla de nosotros, eso es un elemento que marcará un cambio. ¿Puede no gustarnos? Obviamente que sí, pero seguramente que no pasará desapercibido.

Creo que ambos elementos de nuestro maridaje de hoy se basan en la fe y el creer. Pero no necesariamente una fe o creencia religiosa, sino mucho más profunda tal vez. La fe en todo y la creencia en lo que se hace. Vale aclarar también que no se trata de un libro religioso a pesar de las muchas referencias a Dios. Según este maestro “El ateo comete el error de negar algo de lo que no puede decirse nada, y el teísta comete el error de afirmarlo.” La libertad de expresión en su máxima potencia trae esta frase y otras tantas del libro, así como la confección de un vino tan particular de una bodega tan peculiar.

Peculiar por el orgullo que sus propietarios sienten por cada producto que lanzan y por la participación de todos ellos en sus particulares publicidades.
Tanto este libro como el vino puede ser criticado por los puristas. El vino por lo que comentaba antes de aquellos fanáticos del vino de la vieja escuela. El libro por quienes lo tomen como una serie de páginas de pequeños diálogos, quienes no vean el todo, quienes le otorgan contenido al dicho oriental que cita el libro al hablar de las doctrinas cuando se toman como auténticas descripciones en vez de puntos de referencia “Cuando el sabio señala con el dedo la luna, lo único que ve el idiota es el dedo.”

Los aromas de este vino son dulces como la mayoría de las palabras del libro, el cual, al igual que el Tannat, Syrah, Viognier, nunca pierde un toque de acidez para ser totalmente agradable sin empalagar en ningún momento. La estadía en roble le da una marcada personalidad y la confirmación de lo positivo que fue la paciencia en la elaboración de este vino. Paciencia necesaria según el prólogo del libro, ya que recomienda beberlo de a poco, disfrutarlo sorbo a sorbo, página a página, descubriendo en cada oportunidad algo nuevo, algo distinto.

Obviamente que tanto este vino, este libro, como esta idea no tienen jamás el éxito asegurado, para ello se necesita de algo más que algunos catalogan suerte, otros justicia y algunos más escépticos casualidad. Pero de todas formas, aunque es ingenuo creer que la sola voluntad alcanza para lograr lo que uno se propone, es el mejor de de los puntos de partida ingenuos en el que podemos pararnos frente a la vida.

"Las mejores cosas de la vida no se obtienen por la fuerza.
                                                                   
Puedes obligar a comer, pero no puedes obligar a sentir hambre;
puedes obligar a alguien a acostarse, pero no puedes obligarle a dormir;
puedes obligar a que te elogien, pero no puedes obligar a sentir admiración;
puedes obligar a que te cuenten un secreto, pero no puedes obligar a inspirar confianza;
puedes obligar a que te sirvan, pero no puedes obligar a que te amen".





lunes, 9 de abril de 2012

BRINDANDO EN EL BARRIO DE FLORES

Ahora que oficialmente comienza para todos nosotros el año es hora de volver a escribir. Esta vez sobre un libro y un vino de la vecina orilla. El texto es del gran Alejandro Dolina, quien noche a noche sigue manteniéndose vigente en su programa. El texto se trata de “Crónicas del Ángel Gris”, una recopilación de cuentos y leyendas del barrio de Flores, un compendio de personajes de todo tipo, que todos conocemos y tratamos de acercarnos a unos u otros dependiendo de lo que nuestro corazón y coraje dicte.



Dentro de la serie de cuentos, más allá de algunos personajes puntuales, podemos separar en dos grandes grupos los protagonistas de muchas de las historias presentes en el libro. Los hombres sensibles de Flores y los refutadores de leyendas. Como su nombre adelanta, los primeros son personas soñadoras, creyentes (en un sentido mucho más amplio que el religioso), enamorados y con una inclinación a atribuir todo aquello que escapa de nuestra comprensión, a la mano del Ángel Gris o el mismísimo demonio dependiendo de las consecuencias de sus actos. Por otro lado (y cuántos de estos conocemos), nos encontramos con los refutadores de leyenda de Villa del Parque, personas con el corazón anclado, temeroso y polvoriento que atribuyen todo lo sucedido en el planeta a la lógica, incluso si para ello deben generar los argumentos más complejos.



El título del libro es por un ente celestial de menor categoría, capaz de hacer milagros menores y repartidor oficial de sueños en el barrio. Tiene una canasta llena de ellos que va repartiendo con sumo cuidado, ya que tiene todo tipo de sueños en ella. Desde alegres hasta peligrosos, “tiene sueños buenos y malos. Tiene uno tan terrible que si uno no despierta a tiempo se muere. Tiene otro que dura cinco días y cinco noches. Y tiene un sueño tan corto como un suspiro: quien lo sueña, sueña que suspira." Este romántico personaje piensa que la melancolía es algo maravilloso, de allí que en Flores hay “tantos muchachos tristes y tantas novias de tango”.



El vino elegido podría ser cualquiera, y pronto veremos por qué, pero simplemente para mantener una concordancia al menos en un elemento, y de paso para hablar de una variedad que pocas veces había formado parte de este espacio, el acompañante será un Pinot Gris de bodega Augusto Pulenta. Es un vino blanco, transparente y sumamente aromático.



Reminiscencias florares en la nariz nos trasladan a esas misteriosas calles de Flores donde suceden los eventos más asombrosos. Hay una vereda que tiene la capacidad de unir para siempre a las parejas que pasen por ella, mientras que la vereda de enfrente los separará indefectiblemente.



Dentro de las historias del libro, aparecen dos beberajes con mágicas y peligrosas consecuencias. Se trata del vino del recuerdo y el licor del olvido. El primero nos hace recordar todo lo sucedido, mientras que el segundo nos permite olvidar toda nuestra historia, para no entender al día siguiente a qué se deben las cicatrices en el cuerpo y en el alma.



No son escasas las ocasiones en que al sentarnos a tomar una copa de Pinot Gris o de lo que sea (por ello mantengo que cualquier vino iría bien con este libro), brindamos en secreto con alguien ausente, ya sea que se haya ido o que nunca estuvo. No son pocas tampoco las veces en que invocamos al licor del olvido, tratando de no pensar en algo, o por lo contrario recordamos con una alegre lágrima un pasado que nos hizo, nos hace, estar acá hoy.



Los hombres sensibles de Flores luchan por recordar a sabiendas que lo único real son el recuerdo y los sueños. El cronista anuncia el apocalíptico pero inexorable final. Los hombres sensibles de Flores están condenados a la derrota, y por ello es obligación hacer que la misma sea al menos, honrosa, ya que será pronto olvidada. “Recordemos, recordemos todo el tiempo. No olvidemos nada. Ni el color de nuestras corbatas perdidas, ni el olor a tiza y sudor del colegio, ni el calor del asfalto sobre los pies descalzos, ni el gusto a jazmín de los besos en la noche…”.




Supuestamente la ingesta de las dos bebidas juntas, tiene consecuencias mortales. Puede parecer exagerado pero sin dudas una imperiosa intención de olvidar y recordar sólo aquello que nos conviene, llevará sin dudas a una locura en la que recordemos cosas que no pasaron, y olvidemos aquello que se nos presenta en los sueños gritando desde el más profundo de los silencios.



Al acercarnos al Pinot Gris de Pulenta, hay un aroma peculiar que resulta ser una nota mineral, propia tal vez del terroir del que proviene. En Crónicas del Ángel Gris también se encuentra esa nota aromática, cuando describe con gran solvencia y reminiscencias de Cortazar, las antiguas y lamentablemente olvidadas estrategias de juegos de tal investidura como la bolita y la escondida. El autor se hace una pregunta absolutamente lógica y que comparto. ¿Dónde están todas las bolitas?, de aquellas decenas que tenía (la minoría ganadas en ley, el resto compradas o adquiridas mediante artilugios de niño), tan solo quedan unas cinco en un bollón.



El barrio de Flores esconde muchos secretos, que los encontramos también aquí en Cordón, Palermo, Parque Rodó y alguno incluso intentando sobresalir de la superficialidad de barrios mejor vestidos. El atlas secreto de Flores informa la ubicación de las puertas del infierno, el corredor del olvido (de propiedades similares al Licor, pero más selectivo en su accionar), el almacén de las cosas perdidas y hasta una rosa de los vientos en los que los diferentes brisas que incidirán sobre el destino de las almas del barrio. Como ejemplo nombraré uno que cada vez más sopla sobre esta tierra, el Viento del Desengaño, “que deja las calles despejadas de ilusiones y berretines.”



Me despido deseando que el viento traiga más aromas del Pinot Gris, que traiga cítricos de nuestra infancia y flores de nuestros amores, que el Ángel Gris nos visite también a nosotros y alimente nuestras noches, nido de nuestros miedos y nuestros sueños. Que los sueños se cumplan, al menos un día cada tanto. Que el vino del recuerdo llene todas las copas, que lo triste no sea olvidado, para disfrutar más lo que se logra. Que lo aprendido sirva, que lo aprendido rinda. Que cada vez más parejas pasen por aquella calle que los une. Que quienes cuentan historias sean escuchados, que quienes las oyen las crean, las vivan. Que los hombres sensibles de Flores sean cada vez más numerosos, que los refutadores de leyendas se enamoren perdidamente y así, comiencen a creer.



Pero para aquellos que se mantengan ensimismados en su mundo geométrico y sigan sin creer, salud por ellos también, pues muestran el camino que no hay que tomar.



“Quien no tenga fe poética, nunca verá un milagro, ni aunque se lo hagan delante de las narices.”




La imagen pertenece a un mural creado y pintado por Carlos Terribili retratando seis de las historias de Crónicas del Ángel Gris.









jueves, 15 de marzo de 2012

DR JEKYLL, MR HYDE Y UN GRAN VINO

El libro que elegí para el maridaje de hoy fue comprado gracias a mi ignorancia, ya que al leer en su tapa Dr. Jekyll y Mr. Hyde, creí que todo el tomo era sobre ese cuento en particular de Robert Louis Stevenson. Sin embargo se trata de una muy buena edición con cuatro cuentos del autor: El club del suicidio; El diablo de la botella, Olalla y (necesariamente) El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde. En ellos se tratan cuatro de los temas principales del hombre: la muerte, la avaricia, el amor y la introspección humana. También se tocan tópicos como la amistad, la hipocresía, la locura, etcétera, pero son los nombrados anteriormente los que dominan estos cuentos.

Lo ideal habría sido utilizar un vino del viejo mundo, pero preferí quedarme de este lado e ir a un vino nuestro. Debía ser tinto, ya que la oscuridad recubre a cada uno de estos cuentos, lo cual es comprensible considerando que se trata de un autor que sufría de tuberculosis desde muy joven y murió a los 44 años de un ataque cerebral. Un año antes de morir escribió: "Durante catorce años no he conocido un solo día efectivo de salud. He escrito con hemorragias, he escrito enfermo, entre estertores de tos, he escrito con la cabeza dando tumbos."

Se trata del vino Cuatro Gatos edición Oeste de Ariano. El nombre (al igual que el corte) fue elegido por el artista plástico Carlos Páez Vilaró, en honor a sus gatos Norte, Sur, Este y Oeste. Se trata de un corte de Cabernet Sauvignon y Tannat, en proporciones que quedaron en poder de los autores, en una decisión respetable pero no compartida. Los misterios son para los libros.

A enormes rasgos, El club del suicidio es un cuento que trata acerca de un grupo de hombres que quieren terminar con su vida pero no tienen la valentía para hacerlo, entonces se reúnen y a través de un proceso azaroso, se decide que un integrante deberá matar a otro. El diablo de la botella es, como su nombre lo indica, sobre una botella habitada por el diablo que concede todo tipo de deseo a quien la posea, y para no vivir una eternidad en el infierno, el dueño debe venderla antes de morir por un precio menor al que la compró. Los verdaderos inconvenientes comienzan cuando el precio es muy bajo. Olalla trata sobre una historia de amor muy oscura, extraña e incomprendida entre un soldado y una muchacha de campo, inmersa en una familia muy particular, tocada por el demonio y estigmatizada por la sociedad.


Si bien cada uno de los cuentos tiene alguna relación con el vino (establecida arbitrariamente, por supuesto), me voy a enfocar en El extraño caso del Dr Jekyll y Mr Hyde. Trata acerca de la honesta dualidad que existe en cada uno de nosotros y la elección diaria de hacer las cosas bien o mal. No hablo de posibles errores, sino de la premeditación que existe detrás de los actos. Uno en definitiva no es lo que piensa o lo que dice que es, sino lo que hace. Las personas que día a día deciden hacer las cosas bien, aunque sea el camino más difícil, son las que vale la pena tener cerca.

¿Por qué “honesta dualidad”? porque como lo indica el autor “Pese a mis dos caras no era, en manera alguna, un hipócrita; las dos personalidades eran auténticas en mí; no era más sincero cuando ignoraba las restricciones y me llenaba de oprobio que cuando trabajaba a la luz del día, para ampliar mis conocimientos o para aliviar la miseria y el sufrimiento”. Lo bueno y lo malo forman parte de nosotros en todo momento. Lo áspero de un Tannat y lo suave de un Cabernet. Cada una de esas combinaciones nos hace únicos e inimitables.

Lo que logró el personaje fue aislar lo malo y llegar a ello sólo cuando quisiera probar lo prohibido. Como todo vicio, como toda danza con la tentación, en algún momento la razón sucumbe. Al principio Mr Hyde aparecería sólo cuando Jekyll así lo dispusiera, pero poco a poco comienza a convertirse sin premeditarlo.

Este vino es de color oscuro pero vibrante, como el manto de duda que envuelve la historia y sus personajes. Tiene desde el comienzo un gran estilo y prestancia, similares al Dr Jekyll de la historia, e invita continuamente a sumergirse en el placer de probarlo una y otra vez, dejando salir un poco el Mr Hyde de cada uno de nosotros, no obviamente en cuanto a una faceta nefasta y homicida, sino aquella más desinhibida y natural que nos acerca a lo más humano de nosotros mismos. Como diría Alberto Cortez “Sí señor... el vino puede sacar cosas que el hombre se calla; que deberían salir cuando el hombre bebe agua.”

El Cuatro Gatos edición Oeste de Ariano se presenta con una cierta acidez que lo hace intenso, a la vez que nos promete una larga vida. Ajena y opuesta a lo efímero que le esperaba a Dr Jekyll y por eso mismo fue que sucumbió ante la tentación.

Aquellos que como mencionaba al principio, en el día a día manejan a pesar de la adversidad, mantenerse en un camino noble, son quienes valen la pena. Los Mr Hyde que encontramos al menos son más honestos y sabemos que es necesario tenerlos lejos, pero los más peligrosos son los Dr Jekyll que cualquier día pueden caer o volver a caer una y otra vez. El camino más sencillo muchas veces es el que toman quienes no valen la pena. Es muy sencillo hacer un vino mediocre, pero jamás valdrá la pena ni será mencionado aquí. El Cuatro Gatos de Ariano es de lo mejor que tenemos en nuestro país, con un recorrido nada fácil, pero sí sumamente gratificante.

Salud por aquellos que toman el camino más difícil.


martes, 28 de febrero de 2012

OSCURO Y LLENO DE SENSACIONES

Hoy tomaremos un libro argentino y un vino uruguayo. El libro pertenece a un gran autor con mucha tradición, mientras que el vino es de una bodega bastante nueva, pero que ya promete bastante.


Ambos elementos son fáciles de consumir, pero no por eso pasan desapercibidos por nuestros sentidos. Estoy hablando de “El túnel”, una novela de Ernesto Sabato de 1948, un libro de algo más de 140 páginas pero lleno de contenido, con acciones, pensamientos y delirios que viajan tan rápido como nosotros por el libro. Se trata de una historia de amor tan dulce como amarga, con un final desgraciado y delirante. Una historia pesimista con vestigios de esperanza. El pintor Juan Pablo Castel comienza contando el final, que mató a su amada María Iribarne, la única que fue capaz de notar en un detalle de una pintura en un momento toda la profundidad del alma del artista. Lo que comenzó como una tierna historia de amor, se va convirtiendo en algo casi enfermizo, con un amor exacerbado con ribetes de una relación entre Frida Kahlo y Diego Rivera. Un amor característico de un artista y su musa (aunque en este caso, una musa posterior a la obra).


El vino de hoy pertenece a Trece Parcelas y se trata del Tannat Merlot 2010. ¿Por qué? Porque esa combinación posee las características de esta historia. La dulzura de un amor que recuerda al adolescente, con la amargura y la fuerza de una historia violenta, una relación enfermiza y astringente.


Castel se enamora inmediatamente de María cuando, en una exposición de sus obras, la nota perdida observando un detalle que para muchos pasó inadvertido. Se trataba de la imagen de una mujer en la playa, sola, mirando la nada, sugiriendo una “soledad ansiosa y absoluta”. El gran dolor y amor que vivía en María Iribarne hizo que se concentrara y se encontrara en esa pequeña ventana dentro de un cuadro. Una imagen dentro de otra, una introspección de ella misma retratada por un desconocido, que a su vez se retrata a sí mismo. Un aviso del encuentro de un alma gemela, de un alma sola y errante, buscándola y buscándose.


Cuando Castel comienza a describir a María, da una idea muy particular acerca de la mirada, tomándola como un atributo emocional o personal antes que físico, lo cual creo es verdad. Los ojos, su forma y su color, son atributos físicos, objetivos, pero lo que está detrás de ellos no, eso es parte de la persona y surge de su interior. Cuántas personas conocemos con ojos que cumplen con todos los cánones sociales de la belleza, pero poseen una mirada muerta, nula, vana. O todo lo contrario, gente que detrás de unos ojos “comunes” esconde una mirada enorme, llena de cosas para contar y descubrir. Supongo, tomándome el atrevimiento de parafrasear a Sabato que lo mismo sucede con la sonrisa, personas con una dentadura y una boca perfectas, pueden carecer de una sonrisa sincera, compañera y acorde.


De igual forma el color de un vino es un aspecto objetivo, medible e indiscutible. Pero el lugar a donde nos traslada, esa clara oscuridad que se ve en la copa de este Tannat Merlot 2010, es única para cada uno. Se ven vestigios de la historia, se ve lo oscuro que empaña una historia de amor, y lo brillante de ésta resaltando y encandilando por sobre lo negruzco del fatídico desenlace.


Castel comienza a desesperarse y a solicitar toda la atención para si, reclamando y cayendo en su gran error: pensar más que sentir, diagramar más que crear. Sólo cuando dejaba ser y fluir su sentir, surgía lo mejor de él, tanto en su pintura como en su amor hacia María. Las dudas dan paso a interrogatorios, los cuales, al no recibir la respuesta deseada, abren más dudas aún, generando un espiral de desesperación que desemboca en faltas de respeto inmediatamente arrepentidas.


Cuando probamos este Tannat Merlot con los sentidos abiertos, lo notamos reticente a mostrarse enseguida. Debemos conocerlo, esperarlo, romper esa barrera que se nos presenta por ser en parte un Tannat joven. Luego de un rato, su aroma se devela y comienza a mostrarse tímidamente, sin revelarse del todo, aguardando también por nuestro esfuerzo y paciencia.


María solamente ama a Castel, pero no sólo es amada por él. Esta carencia de exclusividad se da con este vino, el cual obviamente no será disfrutado sólo por nosotros, tal vez nuestra tarea sea simplemente ser quiénes más lo disfrutemos. Si Castel hubiera hecho eso, seguramente la primera frase del libro no presentaría el homicidio de su amada. Él no soporta la idea de compartir su amor, y mucho menos el no estar seguro de éste. María es un enigma en su sentir y proceder, que desespera a Castel.


El nombre del libro refiere a una alegoría de la vida que el personaje desarrolla, como túneles individuales que vamos recorriendo esperando un momento en que se crucen con otros, sin saber que muchas veces se mantienen paralelos por siempre. Cada tanto las paredes se vuelven vítreas, dejando ver lo que está del otro lado. Es acaso la esperanza de esa intersección lo que nos hace seguir, y algunas veces perder de vista otros cruces posibles. Será por eso acaso que Castel no decidió consumar una de tantas ideas suicidas. Es la espera por esa ventana hacia el otro lado y la desesperación de los espacios en negro lo que hace que se apure a sacar conclusiones llenas de lógica, pero con la lógica enceguecida del amor.


Como hablamos en post anteriores, la búsqueda de un ideal (en los vinos, personas, lecturas, etcétera) lejos está de ser una pérdida de tiempo, pero no por ello debemos cegarnos y ceñirnos a nuestro túnel, considerando y disfrutando los diferentes cruces y ventanas que se nos presentan en el camino. El cruce de estas dos cepas maravillosas permite encontrarnos con una pared vítrea que da paso a un cruce donde sentir nuevas sensaciones. La combinación perfecta y armónica entre lo aterciopelado del Merlot y los taninos maduros del Tannat, que se presentan amablemente en la boca.


Este vino es la conjunción perfecta de las almas de María y Castel, esa mezcla de suavidad con astringencia, de dulzura y acidez, de claridad y oscuridad. Esa serie de ambigüedades de las que está formada la vida y la mayoría de los amores.


La imagen que acompaña este post tiene poco que ver con el libro en realidad, pero es una buena representación de un túnel personal, un crisol de colores que describe cada alma.

miércoles, 15 de febrero de 2012

ALFREDO: MIRTA VA EN CAMINO



Este es sin dudas el post más personal que he escrito, ya que irá dedicado a alguien a quien hace pocos días el mundo se dio el lujo de perder. Se trata de una amiga entrañable de la familia, de una gran amiga mía y de una de las personas más encantadoras que he conocido. Me refiero a Mirta Acevedo, y aunque para muchos ese nombre no dice nada, se le debe mucho. Dueña de una voz privilegiada, allanó el camino para que muchas mujeres entraran a los medios de comunicación, siendo pionera en la década del 50 junto a Cristina Morán entre otras, trabajando en radio y televisión durante décadas. Si poco se ha dicho en estos días, es por su expreso deseo.

Cientos de almuerzos, charlas y brindis por la vida, hasta en los momentos más oscuros, compartimos con Mirta, quien siempre tenía la palabra de aliento justa y necesaria, para cambiar el rumbo de ese día, de esa vida, de nuestra vida. En su agenda tenia a mi familia bajo un rótulo que debería ser más utilizado: “amigos incondicionales”. Sus historias, anécdotas y recuerdos deberían tener el lugar que merecen, y sin duda en algún momento lo tendrán.


El libro que hoy usaré, fue un regalo mío hacia ella, que luego de terminar de leerlo me lo prestó, y nunca se lo pude devolver. Además, el autor fue su amigo personal, y su nombre e historia estuvieron muchas veces en la mesa, alejándonos del mito y acercándonos al hombre. Se trata de Alfredo Zitarrosa, probablemente la mejor voz que hayamos tenido junto a la de Carlos Gardel. Pero además, gran poeta, escritor y sobreviviente. Se trata (nunca mejor elegido el nombre), de “Sonríe muerte”, publicación de editorial Planeta donde se transcribe un manuscrito dejado por Zitarrosa en 1962, pero nunca publicado hasta hace su primera edición en agosto de 2011. Los textos están expuestos de la forma en que estaban escritos por Zitarrosa. Es un libro de gran profundidad y oscuridad, escrito por un alma que iba penando por su historia, su presente y su futuro.


El vino que lo acompañe será uno igual de oscuro, pero también de brillante. Una ambigüedad requerida para acompañar a Alfredo Zitarrosa, ya sea en su prosa o en su música. También representativo de lo que somos como pueblo sobreviviente. Se trata del Tannat Viejo2009 de Vinos Finos H. Stagnari. Tal vez no sea el vino ideal para esta época donde el cuerpo pide algo más fresco, pero es el vino ideal para este maridaje.


Este vino es una máquina de ganar premios a nivel internacional, siendo el vino uruguayo más premiado. De igual forma, Alfredo Zitarrosa, no el cantante, sino el escritor, ganó varios premios por sus obras, incluso antes de su debut en la faceta que todos le conocemos.


Al llegar a la copa lo notamos con un color rojo oscuro, profundo. Se nos presenta con sus mejores galas, a la espera de nuestra complicidad. De igual forma comienza Sonríe Muerte, dejando en claro desde su primera página a lo que nos enfrentamos, al trabajo del corazón de un hombre herido.


Alguien tendrá algún día

mi vida en torno a sí girando

el puño cerrado sobre mí

mi recuerdo en su grande nostalgia.

Algún día seré por fin ligero

y vendrán aires, sin embargo,

y nada en mí se moverá.


Tanto el vino que elegimos, como el libro y cualquier otra empresa que deseamos tenga éxito, debe provenir de la fe. Pero no necesariamente una fe religiosa, como Alfredo la tenía y lo demuestra en sus “Diálogos con mi señor”, sino en el camino elegido. La gente de Stagnari así lo entendió también y consiguió, con mucho esfuerzo, un gran representante de nuestra cepa insignia.


Sin lugar a dudas que para ambos elementos del maridaje de hoy necesitamos un estado del alma muy particular para comprenderlos cabalmente, y hasta un conocimiento previo. Al prestarme el libro, Mirta me dijo “es muy oscuro, es él”. Tal vez sea muy difícil llegar a esa idea al no conocer al hombre, salvo por las historias recibidas.


En boca se despliega con gran sabor y con taninos presentes pero que no incomodan. Su acidez es la justa y necesaria para hacerlo un vino a disfrutar paso a paso, sin apuro. El libro es igual, cada hoja nos deja ver una pena distinta, pero jamás una queja. Una pena interna, una introspección sincera expresada en “Del Pensar”(IV):


Vuelvo a pensar en mí.

Cumplo mi paso, en mí pensando

una vez más.

Y dentro de mí, pensar

no es solo acaso pensar,

sino que acabo de entrar en tal habitación

de caminar por calles húmedas,

y sigo en mí.


El Tannat Viejo 2009 es muy intenso en sus aromas, con notas dulces como las tenían tanto el autor del libro como a quien va dedicado el post de hoy. Una anécdota prueba de la dulzura de Zitarrosa, es que su tema "Dulce Juanita" está dedicada a una canarita de él, que murió, y tanto le dolió, que jamás pudo cantar esa canción en vivo.


Se trata de un vino para tomar acompañado y de frente a la vida. No con personas que aunque estén parecen distantes.


Silencio era silencio

en tu entorno

y yo en él entrando,

mientras tú navegabas

llevando siempre en torno a tí

ese halo inmóvil.

(Del Pensar, IX)


Hay decenas de mitos sobre Alfredo Zitarrosa y ahora una realidad. Se ha reunido con una gran amiga.


Sonríe muerte. Mírame.

Mírame sonreír.


Sonríe muerte, que en tu mesa te acompaña alguien que vale la pena escuchar y que se ríe de vos, se ríe con vos.


Salud gorda, por la vida.


Hasta siempre.




martes, 31 de enero de 2012

SETENTA COLUMNAS Y VARIOS BRINDIS

Hoy cruzaremos el río y tomaremos un libro y un vino de nuestro país vecino para continuar. El libro es un compilado de columnas periodísticas del diario La Nación escritas por Mex Urtizberea. Además de tener una distinguida carrera como columnista, trabajó, entre tantos programas, en Cha Cha Cha. El nombre del libro es “Malas Palabras. Setenta columnas y ninguna flor” de Editorial Sudamericana y en sus doscientas y algo de páginas trasmite una visión muy particular acerca de hechos de la realidad. Asuntos políticos, culturales, hogareños, sentimentales y tantos más se tratan con humor y con bastante crítica, incluso acerca de la idiosincrasia argentina.


La gran mayoría de estas columnas se cuela en nosotros y al final (al menos en mi caso), nos hace estar de acuerdo en muchas. Es muy fácil hacer una columna crítica en realidad, lo difícil, y en este libro se logra, es hacerla con contenido y con un mensaje, y no un mero instinto de destrucción (como casi todas las críticas todo el tiempo). Tal vez la elección haya complejizado este maridaje, ya que no es un libro que hable de una sola cosa, sino de muchas. Pero esa dificultad es parte de la relación entre ambos elementos.


Vayamos al vino. Para empezar debía ser un vino con cierta complejidad, pero que no necesitara de nosotros como expertos. Un vino difícil de realizar, pero que cuando se logra nos enfrentamos al resultado de una de las cepas más nobles. Se trata del Syrah Reserva 2009 de Terrazas de los Andes. En la copa se presenta con un púrpura brillante muy vivo, generando una sana expectativa que será pronto colmada y hasta superada. De igual forma, Malas Palabras se muestra en sus primeras páginas salido de una pluma inteligente, ácida y sobre todo humana.


Un vino así o un libro así, al igual que cualquier otra empresa que nos propongamos, solo puede tener éxito si se ama lo que se hace. La elaboración de este Syrah, en la que no ahondaré pero dista de ser sencilla, es propia de gente que hace lo que le gusta, y como le gusta. Completar un libro como este es igual, de una persona que desea compartir lo que tiene para decir acerca de la política, la sociedad, la cultura y hasta el amor. En este último ítem se basa la tercera columna, “El lector romántico”, en que podemos encontrar seis miradas acerca del amor, historias reales o ficticias, poco importa, pero conteniendo una frase que se aplica al amor romántico, al amor por lo que se hace, y al amor por los demás: “A no economizar el amor, a no guardarlo, que de poco nos va a servir no haberlo dado cuando estemos bajo tierra.


Al acercarlo a la nariz se presenta complejo e intenso, al igual que la cotidianeidad que Mex intenta describir en sus columnas. Los aromas del Syrah Reserva nos llevan inmediatamente a la naturaleza, con matices florales y cítricos. Una naturaleza cada vez más diezmada y denunciada en “El lector contaminado”, donde se critica la actitud tan nuestra y tan actual de estar atentos a un montón de cosas menos a lo realmente importante. “Tanto pensar en rodearnos de cosas, ¡que no queda tiempo para pensar en lo que nos rodea! [...] Tanto preocuparse cada uno por su mundo, ¡que el mundo, que es de todos, resulta no ser de nadie!


En boca es suave, contrariamente a como se presentan las columnas en nuestra conciencia, en nuestra memoria, en nuestras experiencias. Es un vino joven que aún tiene mucho por dar, una juventud distinta a la que habla el libro en “El lector joven”, donde se hace un compendio de lo peligroso que es ser joven, para terminar diciendo: “Pero también es peligroso no ser joven cuando se es joven. Peligroso ceder ciegamente ante el miedo; querer prohibir todo lo que podría implicar algún riesgo; no respetar los deseos naturales que surgen cuando se ha comenzado a descubrir el mundo; no confiar en ellos; avasallar la libertad que necesita un joven para ser joven. Peligroso ser joven, y peligroso llegar a viejo sin haber sido joven. Y muy peligroso, finalmente, un país y un mundo que no cuidan a sus jóvenes; que no piensan en ellos más que como en consumidores […] Peligroso ser joven en los países que hacen envejecer los sueños de juventud. Peligroso un mundo de jóvenes con miedo.


Para finalizar quiero transcribir algunos pasajes de la columna “El lector navideño II”, que sirven para cerrar este post y brindar por todo lo que viene, y lo que se ha aprendido. Sirve para tener buenos deseos, alejados tal vez del año nuevo, pero cercanos en lo que se quiere siempre para todos.


Brindemos.

Brindemos todo lo que podamos brindar.

Brindemos por brindar.

Brindémonos.

Que todo el mundo brinde lo mejor que tenga para brindar.

Que cada uno brinde su aporte.

Que el mundo brinde oportunidades.

Que los economistas brinden soluciones.

Que los comerciantes brinden mejores precios.

Que la escuela brinde herramientas que sirvan.

Que el fútbol brinde un espectáculo.

Que los políticos no brinden un espectáculo.

Que los horóscopos brinden buenas noticias en Amor.

Que los gobernantes se brinden a los ciudadanos.

Que las personas se brinden confianza.

Que los que se brindan por entero al prójimo sean festejados.

Que a nadie le falte un festejante con quien brindar.

Que el pasado nos brinde experiencia.

Que la experiencia no nos brinde sólo canas.

Que la familia brinde un lugar para ser feliz.

Que la vida nos brinde siempre otra oportunidad.

Que todo el mundo brinde.

Antes del brindis, después del brindis, brindemos un tiempo mejor.

Brindemos un futuro.

Brindemos mañana: que todas las Noches pueden ser Buenas si cada uno brinda al mundo lo mejor que tiene para brindar.

Nadie nos quita lo brindado.

viernes, 20 de enero de 2012

MARIDAJE PARA HACER DE A DOS




Casi un año pasó del último post, en un 2011 donde lo urgente le sacó tiempo a lo importante y aquello que más se disfruta tuvo que quedar relegado por un tiempo. La intención es en este 2012 no mirar hacia atrás, sino todo lo contrario desde el presente para adelante. Por ello comenzaré lo que espero que sea una serie importante de post durante el año, en una actividad que disfruto tanto como el hecho de compartirla.



Para continuar en la misma temática que el único post del año pasado, volveré a hablar de un libro escrito por un psicólogo, en realidad, una psicóloga para ser exactos. Se trata del segundo libro de la autora, una profesional de vasta experiencia y a quien no sólo tengo el gusto de conocer, sino que me brindó el honor de participar en la presentación en la Feria Internacional del Libro. Se trata de “Orange, ¿dónde está mi media naranja?” de Susana Acquarone.



Busca comprender las dificultades (generadas por uno mismo y el entorno) para conseguir y mantener una pareja en el mundo actual. Quien piense que se trata de un libro de autoayuda está equivocado, aunque en el correr de sus páginas podemos encontrar un punto de vista objetivo sobre circunstancias de las que formamos parte y en ocasiones no nos permiten disfrutar plenamente de las relaciones.



El vino de hoy, como he expresado muchas veces, acompañará el amor, el amor romántico, pasional, platónico o el que sea que vivamos (y en lo posible, disfrutemos). Se trata de un merlot, y uno muy especial, ya que se trata de la primera edición reserva de la bodega. Hablo del Cuna de Piedra Merlot 2011 de Los Cerros de San Juan, un lanzamiento especial celebrando las bondades de una cosecha histórica.



Si este blog se basa en la subjetividad, el post de hoy será tal vez el que más lo haga, ya que todos nosotros tenemos diferentes visiones acerca de las relaciones humanas, y particularmente de las de pareja. Todos hemos tenido diversas experiencias, que cada uno catalogará a su gusto, como positivas o negativas, como enseñanzas o pérdidas de tiempo, como blancas o como negras. En lo particular considero cada experiencia, cada día, cada cosa como un aprendizaje, donde podemos depurar nuestro proceso de selección e inferir con más seguridad sobre lo que queremos o (muchas veces más importante), sobre lo que no queremos.



La primera relación entre ambos elementos va más allá de ellos mismos. Se trata de la relación entre el vino y las personas, entre como ambas pueden ser justamente lo que necesitamos en un momento determinado, o por el contrario, su llegada no nos hace ningún bien. Como en ambos casos muchas veces apostamos a que nos gratificarán, y nos decepcionan, o por el contrario, cuantas veces tenemos gratas sorpresas de uno y otro elemento.



Muchas veces se nos presentan vestidos con sus mejores ropas, para dejar un sabor amargo e incompleto en nosotros, mientras que otras, llegan de forma más humilde, con un perfil más bajo, e iluminan nuestro interior cuando comenzamos a conocerlos.



¿Es fácil hallar una pareja ideal, o un vino ideal? ¿Existe acaso tal cosa? Obviamente que dista de ser sencillo, pero existe sí, y se trata de aquello que nos haga más felices, más naturales, más nosotros. ¿Cómo se consigue? Siendo más felices, más naturales, más nosotros. Dejando que las cosas fluyan. Si hacemos fuerza para que algo nos guste (un vino, un libro, una persona, una situación), es porque evidentemente no estamos en el lugar correcto.


Las relaciones basadas en un personaje, difícilmente lleguen a buen puerto, siendo éste un recorrido, y no necesariamente un punto de llegada prefijado. Aquellas experiencias en las que no seamos nosotros, no nos darán la satisfacción que buscamos. Muchas veces nos basamos en lo que los demás esperan de nosotros, en vez de lo que esperamos de nosotros mismos. Eso sólo llevará al fracaso, porque en nuestro fuero interno sabremos que no es real, que no es nuestra la experiencia que estamos teniendo.




Las relaciones, lecturas y vinos nuevos que probamos sin prejuicios, con la mente y el corazón abiertos, ya tienen un punto ganado. Es el caso de este Cuna de Piedra Merlot, que cumple con lo que se espera de su nombre, e incluso supera las expectativas.



Vivir en busca de una relación ideal, dista de ser una vida desperdiciada, aunque no se logre encontrar. Se puede vivir buscando un Merlot ideal, y por suerte hoy en nuestro maridaje encontramos uno así. Es un vino potente, pero amable al mismo tiempo. Al igual que el libro, se nos presenta humildemente, pero sorprende cuando se lo comienza a conocer. Nos dan a cada sorbo, a cada página, algo nuevo en qué pensar, una introspección hacia lo más sincero de uno mismo. Este vino tiene gran potencial de guarda, y como tantas otras cosas, seguramente se disfrutará tanto o más dentro de un tiempo como en el día de hoy.



Leer un libro que parece escrito para uno, como tomar un vino especial, son cosas que pasan pocas veces y hay que disfrutarlas. Tanto como la búsqueda en sí misma de nuestra lectura, nuestro vino o nuestra compañía de vida.




Lo importante sigue siendo seguir buscando, y seguir disfrutando de la búsqueda. La de este blog en particular aún no termina, y ojalá no lo haga nunca. Tal vez lo ideal sea la búsqueda en sí misma. Tal vez lo ideal sea el recorrido, o el punto de llegada. Lo que es seguro es que lo ideal es distinto para todos, y seguramente eso sea lo ideal.