martes, 28 de febrero de 2012

OSCURO Y LLENO DE SENSACIONES

Hoy tomaremos un libro argentino y un vino uruguayo. El libro pertenece a un gran autor con mucha tradición, mientras que el vino es de una bodega bastante nueva, pero que ya promete bastante.


Ambos elementos son fáciles de consumir, pero no por eso pasan desapercibidos por nuestros sentidos. Estoy hablando de “El túnel”, una novela de Ernesto Sabato de 1948, un libro de algo más de 140 páginas pero lleno de contenido, con acciones, pensamientos y delirios que viajan tan rápido como nosotros por el libro. Se trata de una historia de amor tan dulce como amarga, con un final desgraciado y delirante. Una historia pesimista con vestigios de esperanza. El pintor Juan Pablo Castel comienza contando el final, que mató a su amada María Iribarne, la única que fue capaz de notar en un detalle de una pintura en un momento toda la profundidad del alma del artista. Lo que comenzó como una tierna historia de amor, se va convirtiendo en algo casi enfermizo, con un amor exacerbado con ribetes de una relación entre Frida Kahlo y Diego Rivera. Un amor característico de un artista y su musa (aunque en este caso, una musa posterior a la obra).


El vino de hoy pertenece a Trece Parcelas y se trata del Tannat Merlot 2010. ¿Por qué? Porque esa combinación posee las características de esta historia. La dulzura de un amor que recuerda al adolescente, con la amargura y la fuerza de una historia violenta, una relación enfermiza y astringente.


Castel se enamora inmediatamente de María cuando, en una exposición de sus obras, la nota perdida observando un detalle que para muchos pasó inadvertido. Se trataba de la imagen de una mujer en la playa, sola, mirando la nada, sugiriendo una “soledad ansiosa y absoluta”. El gran dolor y amor que vivía en María Iribarne hizo que se concentrara y se encontrara en esa pequeña ventana dentro de un cuadro. Una imagen dentro de otra, una introspección de ella misma retratada por un desconocido, que a su vez se retrata a sí mismo. Un aviso del encuentro de un alma gemela, de un alma sola y errante, buscándola y buscándose.


Cuando Castel comienza a describir a María, da una idea muy particular acerca de la mirada, tomándola como un atributo emocional o personal antes que físico, lo cual creo es verdad. Los ojos, su forma y su color, son atributos físicos, objetivos, pero lo que está detrás de ellos no, eso es parte de la persona y surge de su interior. Cuántas personas conocemos con ojos que cumplen con todos los cánones sociales de la belleza, pero poseen una mirada muerta, nula, vana. O todo lo contrario, gente que detrás de unos ojos “comunes” esconde una mirada enorme, llena de cosas para contar y descubrir. Supongo, tomándome el atrevimiento de parafrasear a Sabato que lo mismo sucede con la sonrisa, personas con una dentadura y una boca perfectas, pueden carecer de una sonrisa sincera, compañera y acorde.


De igual forma el color de un vino es un aspecto objetivo, medible e indiscutible. Pero el lugar a donde nos traslada, esa clara oscuridad que se ve en la copa de este Tannat Merlot 2010, es única para cada uno. Se ven vestigios de la historia, se ve lo oscuro que empaña una historia de amor, y lo brillante de ésta resaltando y encandilando por sobre lo negruzco del fatídico desenlace.


Castel comienza a desesperarse y a solicitar toda la atención para si, reclamando y cayendo en su gran error: pensar más que sentir, diagramar más que crear. Sólo cuando dejaba ser y fluir su sentir, surgía lo mejor de él, tanto en su pintura como en su amor hacia María. Las dudas dan paso a interrogatorios, los cuales, al no recibir la respuesta deseada, abren más dudas aún, generando un espiral de desesperación que desemboca en faltas de respeto inmediatamente arrepentidas.


Cuando probamos este Tannat Merlot con los sentidos abiertos, lo notamos reticente a mostrarse enseguida. Debemos conocerlo, esperarlo, romper esa barrera que se nos presenta por ser en parte un Tannat joven. Luego de un rato, su aroma se devela y comienza a mostrarse tímidamente, sin revelarse del todo, aguardando también por nuestro esfuerzo y paciencia.


María solamente ama a Castel, pero no sólo es amada por él. Esta carencia de exclusividad se da con este vino, el cual obviamente no será disfrutado sólo por nosotros, tal vez nuestra tarea sea simplemente ser quiénes más lo disfrutemos. Si Castel hubiera hecho eso, seguramente la primera frase del libro no presentaría el homicidio de su amada. Él no soporta la idea de compartir su amor, y mucho menos el no estar seguro de éste. María es un enigma en su sentir y proceder, que desespera a Castel.


El nombre del libro refiere a una alegoría de la vida que el personaje desarrolla, como túneles individuales que vamos recorriendo esperando un momento en que se crucen con otros, sin saber que muchas veces se mantienen paralelos por siempre. Cada tanto las paredes se vuelven vítreas, dejando ver lo que está del otro lado. Es acaso la esperanza de esa intersección lo que nos hace seguir, y algunas veces perder de vista otros cruces posibles. Será por eso acaso que Castel no decidió consumar una de tantas ideas suicidas. Es la espera por esa ventana hacia el otro lado y la desesperación de los espacios en negro lo que hace que se apure a sacar conclusiones llenas de lógica, pero con la lógica enceguecida del amor.


Como hablamos en post anteriores, la búsqueda de un ideal (en los vinos, personas, lecturas, etcétera) lejos está de ser una pérdida de tiempo, pero no por ello debemos cegarnos y ceñirnos a nuestro túnel, considerando y disfrutando los diferentes cruces y ventanas que se nos presentan en el camino. El cruce de estas dos cepas maravillosas permite encontrarnos con una pared vítrea que da paso a un cruce donde sentir nuevas sensaciones. La combinación perfecta y armónica entre lo aterciopelado del Merlot y los taninos maduros del Tannat, que se presentan amablemente en la boca.


Este vino es la conjunción perfecta de las almas de María y Castel, esa mezcla de suavidad con astringencia, de dulzura y acidez, de claridad y oscuridad. Esa serie de ambigüedades de las que está formada la vida y la mayoría de los amores.


La imagen que acompaña este post tiene poco que ver con el libro en realidad, pero es una buena representación de un túnel personal, un crisol de colores que describe cada alma.

miércoles, 15 de febrero de 2012

ALFREDO: MIRTA VA EN CAMINO



Este es sin dudas el post más personal que he escrito, ya que irá dedicado a alguien a quien hace pocos días el mundo se dio el lujo de perder. Se trata de una amiga entrañable de la familia, de una gran amiga mía y de una de las personas más encantadoras que he conocido. Me refiero a Mirta Acevedo, y aunque para muchos ese nombre no dice nada, se le debe mucho. Dueña de una voz privilegiada, allanó el camino para que muchas mujeres entraran a los medios de comunicación, siendo pionera en la década del 50 junto a Cristina Morán entre otras, trabajando en radio y televisión durante décadas. Si poco se ha dicho en estos días, es por su expreso deseo.

Cientos de almuerzos, charlas y brindis por la vida, hasta en los momentos más oscuros, compartimos con Mirta, quien siempre tenía la palabra de aliento justa y necesaria, para cambiar el rumbo de ese día, de esa vida, de nuestra vida. En su agenda tenia a mi familia bajo un rótulo que debería ser más utilizado: “amigos incondicionales”. Sus historias, anécdotas y recuerdos deberían tener el lugar que merecen, y sin duda en algún momento lo tendrán.


El libro que hoy usaré, fue un regalo mío hacia ella, que luego de terminar de leerlo me lo prestó, y nunca se lo pude devolver. Además, el autor fue su amigo personal, y su nombre e historia estuvieron muchas veces en la mesa, alejándonos del mito y acercándonos al hombre. Se trata de Alfredo Zitarrosa, probablemente la mejor voz que hayamos tenido junto a la de Carlos Gardel. Pero además, gran poeta, escritor y sobreviviente. Se trata (nunca mejor elegido el nombre), de “Sonríe muerte”, publicación de editorial Planeta donde se transcribe un manuscrito dejado por Zitarrosa en 1962, pero nunca publicado hasta hace su primera edición en agosto de 2011. Los textos están expuestos de la forma en que estaban escritos por Zitarrosa. Es un libro de gran profundidad y oscuridad, escrito por un alma que iba penando por su historia, su presente y su futuro.


El vino que lo acompañe será uno igual de oscuro, pero también de brillante. Una ambigüedad requerida para acompañar a Alfredo Zitarrosa, ya sea en su prosa o en su música. También representativo de lo que somos como pueblo sobreviviente. Se trata del Tannat Viejo2009 de Vinos Finos H. Stagnari. Tal vez no sea el vino ideal para esta época donde el cuerpo pide algo más fresco, pero es el vino ideal para este maridaje.


Este vino es una máquina de ganar premios a nivel internacional, siendo el vino uruguayo más premiado. De igual forma, Alfredo Zitarrosa, no el cantante, sino el escritor, ganó varios premios por sus obras, incluso antes de su debut en la faceta que todos le conocemos.


Al llegar a la copa lo notamos con un color rojo oscuro, profundo. Se nos presenta con sus mejores galas, a la espera de nuestra complicidad. De igual forma comienza Sonríe Muerte, dejando en claro desde su primera página a lo que nos enfrentamos, al trabajo del corazón de un hombre herido.


Alguien tendrá algún día

mi vida en torno a sí girando

el puño cerrado sobre mí

mi recuerdo en su grande nostalgia.

Algún día seré por fin ligero

y vendrán aires, sin embargo,

y nada en mí se moverá.


Tanto el vino que elegimos, como el libro y cualquier otra empresa que deseamos tenga éxito, debe provenir de la fe. Pero no necesariamente una fe religiosa, como Alfredo la tenía y lo demuestra en sus “Diálogos con mi señor”, sino en el camino elegido. La gente de Stagnari así lo entendió también y consiguió, con mucho esfuerzo, un gran representante de nuestra cepa insignia.


Sin lugar a dudas que para ambos elementos del maridaje de hoy necesitamos un estado del alma muy particular para comprenderlos cabalmente, y hasta un conocimiento previo. Al prestarme el libro, Mirta me dijo “es muy oscuro, es él”. Tal vez sea muy difícil llegar a esa idea al no conocer al hombre, salvo por las historias recibidas.


En boca se despliega con gran sabor y con taninos presentes pero que no incomodan. Su acidez es la justa y necesaria para hacerlo un vino a disfrutar paso a paso, sin apuro. El libro es igual, cada hoja nos deja ver una pena distinta, pero jamás una queja. Una pena interna, una introspección sincera expresada en “Del Pensar”(IV):


Vuelvo a pensar en mí.

Cumplo mi paso, en mí pensando

una vez más.

Y dentro de mí, pensar

no es solo acaso pensar,

sino que acabo de entrar en tal habitación

de caminar por calles húmedas,

y sigo en mí.


El Tannat Viejo 2009 es muy intenso en sus aromas, con notas dulces como las tenían tanto el autor del libro como a quien va dedicado el post de hoy. Una anécdota prueba de la dulzura de Zitarrosa, es que su tema "Dulce Juanita" está dedicada a una canarita de él, que murió, y tanto le dolió, que jamás pudo cantar esa canción en vivo.


Se trata de un vino para tomar acompañado y de frente a la vida. No con personas que aunque estén parecen distantes.


Silencio era silencio

en tu entorno

y yo en él entrando,

mientras tú navegabas

llevando siempre en torno a tí

ese halo inmóvil.

(Del Pensar, IX)


Hay decenas de mitos sobre Alfredo Zitarrosa y ahora una realidad. Se ha reunido con una gran amiga.


Sonríe muerte. Mírame.

Mírame sonreír.


Sonríe muerte, que en tu mesa te acompaña alguien que vale la pena escuchar y que se ríe de vos, se ríe con vos.


Salud gorda, por la vida.


Hasta siempre.