lunes, 9 de abril de 2012

BRINDANDO EN EL BARRIO DE FLORES

Ahora que oficialmente comienza para todos nosotros el año es hora de volver a escribir. Esta vez sobre un libro y un vino de la vecina orilla. El texto es del gran Alejandro Dolina, quien noche a noche sigue manteniéndose vigente en su programa. El texto se trata de “Crónicas del Ángel Gris”, una recopilación de cuentos y leyendas del barrio de Flores, un compendio de personajes de todo tipo, que todos conocemos y tratamos de acercarnos a unos u otros dependiendo de lo que nuestro corazón y coraje dicte.



Dentro de la serie de cuentos, más allá de algunos personajes puntuales, podemos separar en dos grandes grupos los protagonistas de muchas de las historias presentes en el libro. Los hombres sensibles de Flores y los refutadores de leyendas. Como su nombre adelanta, los primeros son personas soñadoras, creyentes (en un sentido mucho más amplio que el religioso), enamorados y con una inclinación a atribuir todo aquello que escapa de nuestra comprensión, a la mano del Ángel Gris o el mismísimo demonio dependiendo de las consecuencias de sus actos. Por otro lado (y cuántos de estos conocemos), nos encontramos con los refutadores de leyenda de Villa del Parque, personas con el corazón anclado, temeroso y polvoriento que atribuyen todo lo sucedido en el planeta a la lógica, incluso si para ello deben generar los argumentos más complejos.



El título del libro es por un ente celestial de menor categoría, capaz de hacer milagros menores y repartidor oficial de sueños en el barrio. Tiene una canasta llena de ellos que va repartiendo con sumo cuidado, ya que tiene todo tipo de sueños en ella. Desde alegres hasta peligrosos, “tiene sueños buenos y malos. Tiene uno tan terrible que si uno no despierta a tiempo se muere. Tiene otro que dura cinco días y cinco noches. Y tiene un sueño tan corto como un suspiro: quien lo sueña, sueña que suspira." Este romántico personaje piensa que la melancolía es algo maravilloso, de allí que en Flores hay “tantos muchachos tristes y tantas novias de tango”.



El vino elegido podría ser cualquiera, y pronto veremos por qué, pero simplemente para mantener una concordancia al menos en un elemento, y de paso para hablar de una variedad que pocas veces había formado parte de este espacio, el acompañante será un Pinot Gris de bodega Augusto Pulenta. Es un vino blanco, transparente y sumamente aromático.



Reminiscencias florares en la nariz nos trasladan a esas misteriosas calles de Flores donde suceden los eventos más asombrosos. Hay una vereda que tiene la capacidad de unir para siempre a las parejas que pasen por ella, mientras que la vereda de enfrente los separará indefectiblemente.



Dentro de las historias del libro, aparecen dos beberajes con mágicas y peligrosas consecuencias. Se trata del vino del recuerdo y el licor del olvido. El primero nos hace recordar todo lo sucedido, mientras que el segundo nos permite olvidar toda nuestra historia, para no entender al día siguiente a qué se deben las cicatrices en el cuerpo y en el alma.



No son escasas las ocasiones en que al sentarnos a tomar una copa de Pinot Gris o de lo que sea (por ello mantengo que cualquier vino iría bien con este libro), brindamos en secreto con alguien ausente, ya sea que se haya ido o que nunca estuvo. No son pocas tampoco las veces en que invocamos al licor del olvido, tratando de no pensar en algo, o por lo contrario recordamos con una alegre lágrima un pasado que nos hizo, nos hace, estar acá hoy.



Los hombres sensibles de Flores luchan por recordar a sabiendas que lo único real son el recuerdo y los sueños. El cronista anuncia el apocalíptico pero inexorable final. Los hombres sensibles de Flores están condenados a la derrota, y por ello es obligación hacer que la misma sea al menos, honrosa, ya que será pronto olvidada. “Recordemos, recordemos todo el tiempo. No olvidemos nada. Ni el color de nuestras corbatas perdidas, ni el olor a tiza y sudor del colegio, ni el calor del asfalto sobre los pies descalzos, ni el gusto a jazmín de los besos en la noche…”.




Supuestamente la ingesta de las dos bebidas juntas, tiene consecuencias mortales. Puede parecer exagerado pero sin dudas una imperiosa intención de olvidar y recordar sólo aquello que nos conviene, llevará sin dudas a una locura en la que recordemos cosas que no pasaron, y olvidemos aquello que se nos presenta en los sueños gritando desde el más profundo de los silencios.



Al acercarnos al Pinot Gris de Pulenta, hay un aroma peculiar que resulta ser una nota mineral, propia tal vez del terroir del que proviene. En Crónicas del Ángel Gris también se encuentra esa nota aromática, cuando describe con gran solvencia y reminiscencias de Cortazar, las antiguas y lamentablemente olvidadas estrategias de juegos de tal investidura como la bolita y la escondida. El autor se hace una pregunta absolutamente lógica y que comparto. ¿Dónde están todas las bolitas?, de aquellas decenas que tenía (la minoría ganadas en ley, el resto compradas o adquiridas mediante artilugios de niño), tan solo quedan unas cinco en un bollón.



El barrio de Flores esconde muchos secretos, que los encontramos también aquí en Cordón, Palermo, Parque Rodó y alguno incluso intentando sobresalir de la superficialidad de barrios mejor vestidos. El atlas secreto de Flores informa la ubicación de las puertas del infierno, el corredor del olvido (de propiedades similares al Licor, pero más selectivo en su accionar), el almacén de las cosas perdidas y hasta una rosa de los vientos en los que los diferentes brisas que incidirán sobre el destino de las almas del barrio. Como ejemplo nombraré uno que cada vez más sopla sobre esta tierra, el Viento del Desengaño, “que deja las calles despejadas de ilusiones y berretines.”



Me despido deseando que el viento traiga más aromas del Pinot Gris, que traiga cítricos de nuestra infancia y flores de nuestros amores, que el Ángel Gris nos visite también a nosotros y alimente nuestras noches, nido de nuestros miedos y nuestros sueños. Que los sueños se cumplan, al menos un día cada tanto. Que el vino del recuerdo llene todas las copas, que lo triste no sea olvidado, para disfrutar más lo que se logra. Que lo aprendido sirva, que lo aprendido rinda. Que cada vez más parejas pasen por aquella calle que los une. Que quienes cuentan historias sean escuchados, que quienes las oyen las crean, las vivan. Que los hombres sensibles de Flores sean cada vez más numerosos, que los refutadores de leyendas se enamoren perdidamente y así, comiencen a creer.



Pero para aquellos que se mantengan ensimismados en su mundo geométrico y sigan sin creer, salud por ellos también, pues muestran el camino que no hay que tomar.



“Quien no tenga fe poética, nunca verá un milagro, ni aunque se lo hagan delante de las narices.”




La imagen pertenece a un mural creado y pintado por Carlos Terribili retratando seis de las historias de Crónicas del Ángel Gris.