lunes, 22 de octubre de 2012

VINO Y LIBRO PARA DISFRUTAR LENTAMENTE


La mezcla perfecta entre haraganería y falta de inspiración hizo que estuviera todos estos meses sin escribir, hasta que hace pocos días recordé un libro que leí hace muchos años y pensé en qué vino podría acompañarlo. El libro en cuestión se trata de “Un minuto para el absurdo” de Anthony de Mello. Un libro con más de 300 pequeñas enseñanzas de un maestro hindú a sus discípulos. No es un libro de autoayuda, aunque en sus páginas podemos encontrar consejos que nos daría un amigo poético, o un psicólogo realmente interesado.

La idea del libro como lo indica en su prólogo es lograr en nosotros un despertar, pero no de una forma Cohelísitica plagada de lugares comunes, sino de llegar a aquello que ya sabíamos y, o nadie nos lo había dicho de esa forma, o aún no queríamos ver. Es un libro que trata de sorprender, y esa es la primera característica en común con el vino que usaremos para esta combinación.

El vino en cuestión se trata del Tannat, Syrah, Viognier de Pisano. ¿Por qué sorprendente? Por lo bueno que es para comenzar, y por lo bien que le quedó a esta gran bodega uruguaya la combinación de dos cepas tintas con una blanca. No es la primera vez que escribo sobre vinos que combinen ambos tipos de uva, pero creo que este es un caso mucho más amable y sencillo para comenzar a degustar este tipo de vinos.

El libro habla de nuestro día a día. Nuestros miedos, esperanzas, preguntas, celos, envidias, dudas… en definitiva, los ingredientes de las charlas más amenas y apasionantes y el detrás de nuestros más íntimos brindis.
La segunda característica de cada uno es lo vivaz de sus colores. Esa pequeña cantidad de Viognier en el vino de Pisano le da un brillo muy particular para un tinto, brillo similar al que surge de las palabras impresas en negro sobre el papel blanco del libro. Esta aclaración es simplemente para recordar que muchas veces no se necesita de colores para hacer algo colorido, pero algo muy colorido puede perfectamente ser oscuro si no tiene aquello que lo hace brillar. Tanto en uno como en otro caso de nuestra combinación, aquello que lo hace brillar es el deseo. El deseo de algo nuevo, el deseo de algo mejor, el deseo de algo distinto. La lucha contra lo seguro y el lugar común. Es mucho más fácil hacer un tinto “puro” (sin desmerecer ni un instante a quienes toman este camino), o un libro líneal, pero cuando nos ponemos a nosotros mismos en lo que estamos haciendo, cuando cada palabra, cada idea, cada gesto o cada copa habla de nosotros, eso es un elemento que marcará un cambio. ¿Puede no gustarnos? Obviamente que sí, pero seguramente que no pasará desapercibido.

Creo que ambos elementos de nuestro maridaje de hoy se basan en la fe y el creer. Pero no necesariamente una fe o creencia religiosa, sino mucho más profunda tal vez. La fe en todo y la creencia en lo que se hace. Vale aclarar también que no se trata de un libro religioso a pesar de las muchas referencias a Dios. Según este maestro “El ateo comete el error de negar algo de lo que no puede decirse nada, y el teísta comete el error de afirmarlo.” La libertad de expresión en su máxima potencia trae esta frase y otras tantas del libro, así como la confección de un vino tan particular de una bodega tan peculiar.

Peculiar por el orgullo que sus propietarios sienten por cada producto que lanzan y por la participación de todos ellos en sus particulares publicidades.
Tanto este libro como el vino puede ser criticado por los puristas. El vino por lo que comentaba antes de aquellos fanáticos del vino de la vieja escuela. El libro por quienes lo tomen como una serie de páginas de pequeños diálogos, quienes no vean el todo, quienes le otorgan contenido al dicho oriental que cita el libro al hablar de las doctrinas cuando se toman como auténticas descripciones en vez de puntos de referencia “Cuando el sabio señala con el dedo la luna, lo único que ve el idiota es el dedo.”

Los aromas de este vino son dulces como la mayoría de las palabras del libro, el cual, al igual que el Tannat, Syrah, Viognier, nunca pierde un toque de acidez para ser totalmente agradable sin empalagar en ningún momento. La estadía en roble le da una marcada personalidad y la confirmación de lo positivo que fue la paciencia en la elaboración de este vino. Paciencia necesaria según el prólogo del libro, ya que recomienda beberlo de a poco, disfrutarlo sorbo a sorbo, página a página, descubriendo en cada oportunidad algo nuevo, algo distinto.

Obviamente que tanto este vino, este libro, como esta idea no tienen jamás el éxito asegurado, para ello se necesita de algo más que algunos catalogan suerte, otros justicia y algunos más escépticos casualidad. Pero de todas formas, aunque es ingenuo creer que la sola voluntad alcanza para lograr lo que uno se propone, es el mejor de de los puntos de partida ingenuos en el que podemos pararnos frente a la vida.

"Las mejores cosas de la vida no se obtienen por la fuerza.
                                                                   
Puedes obligar a comer, pero no puedes obligar a sentir hambre;
puedes obligar a alguien a acostarse, pero no puedes obligarle a dormir;
puedes obligar a que te elogien, pero no puedes obligar a sentir admiración;
puedes obligar a que te cuenten un secreto, pero no puedes obligar a inspirar confianza;
puedes obligar a que te sirvan, pero no puedes obligar a que te amen".