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El propio Gabriel García Márquez, quien formara parte de este blog hace algunas semanas, definió a Neruda como “El más grande poeta del Siglo XX en cualquier idioma”. No cuento con el conocimiento o la capacidad como para poder decir que el Carmenère Reserva 2008 de Santa Carolina es el mejor Carmenère en cualquier idioma, pero sin dudas es un gran exponente de la cepa trasandina.
Entre todas las obras de Neruda, en las cuales podemos encontrar cantos a nuestra Atlántida, donde él supiera tener una casa de veraneo que actualmente funciona de museo en la rambla del balneario, elegí dos poemas referidos al vino. Se trata de la Oda al vino y El estatuto del vino. En el primero Neruda desarrolla un gran paralelismo entre el vino, el amor y la mujer amada. Habla del Carmenère Reserva de Santa Carolina, y de todos los vinos, particularmente los tintos.
Vino color de día,
vino color de noche,
vino con pies de púrpura
o sangre de topacio…
El vino elegido para este maridaje brilla con la fuerza del día, pero con una oscuridad propia de la noche. Es de color rojo intenso, con bordes de purpúreas señales de su calidad y su capacidad de esperar un poco más para su disfrute.
El vino mueve la primavera,
crece como una planta la alegría,
caen muros, caen peñascos,
se cierran los abismos,
nace el canto.
Los taninos de este vino, están presentes pero suavizados por los meses que el mágico líquido descansó en soberbias barricas de roble que brindaron todo lo posible para redondear un muy buen vino. Sus aromas son complejos, donde se puede identificar el chocolate, el tabaco y algún fruto negro, que al leer la nota de cata descubrimos que se trata de ciruelas. También están allí, según quienes realmente saben, aromas a cedro y especias.
Varias veces a lo largo de este blog hemos hablado de que el verdadero maridaje, el más importante de todos, es el vino y la situación de consumo. Tal vez sea eso lo que nos expresa Neruda cuando le habla a alguna de sus mujeres al decir:
Amor mío, de pronto tu cadera
es la curva colmada de la copa,
tu pecho es el racimo,
la luz del alcohol tu cabellera,
las uvas tus pezones,
tu ombligo sello puro
estampado en tu vientre de vasija
y tu amor la cascada
de vino inextinguible,
la claridad que cae en mis sentidos,
el esplendor terrestre de la vida.
El final de boca del Carmenère Santa Carolina reserva 2008 es intenso y duradero, como los poemas y lenguaje del autor chileno. En Estatuto del Vino, donde la presencia del glorioso brebaje no es tan optimista como en Oda al Vino, habla acerca de la valentía de la bebida de la siguiente forma:
Yo sé que el vino no huye dando gritos
a la llegada del invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar fuego en trapos derrumbados,
sino que vuela sobre la estación,
sobre el invierno que ha llegado ahora
con un puñal entre las cejas duras.
[…]
Y entonces corre el vino perseguido
y sus tenaces odres se destrozan
contra las herraduras, y va el vino en silencio,
y sus toneles, en heridos buques en donde el aire muerde
rostros, tripulaciones de silencio,
y el vino huye por las carreteras,
por las iglesias, entre los carbones,
y se caen sus plumas de amaranto,
y se disfraza de azufre su boca,
y el vino ardiendo entre calles usadas,
buscando pozos, túneles, hormigas,
bocas de tristes muertos,
por donde ir al azul de la tierra
en donde se confunden la lluvia y los ausentes.
Cada copa, cada sorbo de este Carmenère Santa Carolina Reserva pide otro más. Esta cepa, en un principio buscaba acompañar y reforzar vinos más ligeros, pero luego de su perfeccionamiento logró un vino con buen cuerpo y gran color, con taninos más amables tal vez que un Cabernet Sauvignon, pero con una elegancia según los entendidos un poco menor al Merlot. Este exponente, de buena relación calidad precio, que lo convierte en un gran regalo con el cual quedaremos muy pero muy bien, tiene notas de roble que lo redondean mucho más cuando se lo compara con otro joven, que directamente pase del proceso de fermentación a la botella. Vale destacar una particularidad de los vinos chilenos. La categoría “Reservado” en realidad se refiere a un vino de menor calidad, sin presencia de barricas y sin un proceso que lo enaltezca. La categoría “Reserva” sí presenta un proceso más complejo, que lo hace un vino más redondeado y de un precio mayor.
Por último, y volviendo al amor y el vino; al amor al vino y al amor del vino, dejo el final del poema más optimista de los dos elegidos para este maridaje.
Pero no sólo amor, beso quemante
o corazón quemado eres, vino de vida,
sino amistad de los seres, transparencia,
coro de disciplina, abundancia de flores.
Amo sobre una mesa, cuando se habla,
la luz de una botella de inteligente vino.,
Que lo beban, que recuerden en cada gota de oro
o copa de topacio o cuchara de púrpura
que trabajó el otoño hasta llenar de vino las vasijas
y aprenda el hombre oscuro,
en el ceremonial de su negocio, a recordar la tierra
y sus deberes, a propagar el cántico del fruto.
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