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El título elegido para este post podría resumir el arte de la cata. Si bien el color es importante, es una pequeña parte con respecto a todo aquello quepodemos aprender lo largo de la degustación.
Algunos dirán y con razón que ese mismo título se podría aplicar a casi cualquier aspecto de la vida.
Esta es la primera vez en el blog que maridaré un vino blanco y quise comenzar con un buen exponente como lo es el Chardonnay 2009 de Bodegas Bouza. Con respecto al libro que maridará este vino, obviamente el título no es casual y refiere a un pequeño gran libro. El uso del adjetivo “pequeño gran” puede parecer un cliché, pero creo que se adapta perfectamente a El Principito de Antoine de Saint-Exupéry.
Creo que “las personas grandes”, como nos define el autor, somos mucho menos capaces de realizar una cata real de lo que creemos. Enseguida nos volvemos serios y buscamos cosas contrastables en los sabores y los aromas, en vez de buscar lugares recónditos de nuestra memoria y nuestros más profundos sentimientos. Justamente cuando me refiero a cata real, es hallar en un vino aroma a una tarde de verano o una noche frente al fuego vivo de una chimenea, sin desmerecer durante un instante la habilidad de aquellos capacitados para encontrar aromas tangibles que poca gente tiene.
Como este blog es para gente grande, y según el autor “Las personas grandes aman las cifras” diré a modo de estadística que tan sólo se produjeron 7612 botellas de este vino que es 100% Chardonnay en viñedos que tienen una producción de 32 hl por hectárea. Se cosechó el 4 de febrero de 2009 y se envasó el 30 de noviembre de ese mismo año. Pido disculpas a aquellos con corazón de niños, pero “deben ser muy indulgentes con las personas grandes”.
Me atrevería a afirmar que todos hemos leído este libro varias veces, y nuevamente me subiré a otro cliché para decir que cada vez que uno lo lee, representa o significa algo diferente. Para aquellos que no lo hayan leído, personas que vienen o viven más allá del Asteroide B612 (la casa de El Principito) tratar de resumirlo es sumamente complicado, con riesgo de dejar muchas cosas importantes afuera. Por ello no lo haré e invitaré a que lo lean. Es un libro pequeño, fácil y muy satisfactorio de leer.
El Chardonnay de Bouza, es un gran exponente de esta cepa y merece ser probado y respetado. A los ojos (aunque lo esencial trasciende este sentido) se presenta blanco con reflejos plateados. Promete una frescura que rápidamente será confirmada. Una frescura propia de las respuestas y explicaciones de El Principito, propia de las respuestas y explicaciones de un niño.
La baja producción por planta de los terroirs de la bodega debe ser ayudada, no sólo por las características propias del terreno, sino también con la ayuda de quienes cuidan los viñedos. “Es cuestión de disciplina”, según palabras de El Principito. Aunque él se refiriera al cuidado continuo de los Baobabs en su diminuto planeta. Si él los dejara crecer a su antojo, el planeta estallaría. De igual forma, si los viñedos no se cuidaran, no se aprovecharían los nutrientes de un suelo diferenciado por la presencia de carbonato de calcio. “Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobas en cuanto se los distingue entre los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes”. Las hierbas buenas y las malas son similares al comienzo, al igual que los problemas y cuestiones que arrastramos, por ello, como dice el autor “¡Niños! ¡Cuidado con los baobabs!”
El Principito conocía una flor que era única en el mundo. El resto de las rosas, eran “bellas, pero estáis vacías. […] ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que ella es la rosa a quien he regado”. No puedo decir si el Chardonnay 2009 de Bouza es único en el mundo por sí mismo, pero sí lo es para la gente de Bouza. Gracias a ellos nos encontramos con un vino de aromas intensos, con notas de vainilla (para la gente no grande: sábado de tarde en la niñez, con bizcochuelo y chocolatada, con dibujitos y sueños), también con amplia presencia frutal (para la gente no grande: primeras veces en la feria, dejándose cautivar por los colores y los aromas, por el ir y venir de la gente, y no preocupándose por si este puesto cobra un peso más el kilo de duraznos). Su pasaje por barrica le da más fuerza a estos aromas y lo convierte en un vino equilibrado. No todos los blancos van bien con el roble, pero por suerte nos encontramos con una clara y orgullosa excepción.
La rosa de El Principito era algo soberbia, pero muy sabia. Estaba convencida del hecho que se debían soportar algunas orugas, si se querían conocer las mariposas. Hay quienes no gustan de vinos con algo de acidez, pero sin ella, que en este caso está muy bien balanceada, no se disfrutaría de la sensación agradable que provoca este vino en la boca, con aromas retronasales que remitirán al durazno.
En su viaje a La Tierra, El Principito visitó varios planetas. El primero de ellos estaba habitado por un rey muy razonable, que sabía que “hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer. La autoridad reposa, en primer término sobre la razón”. Todo lo que se le puede exigir a este vino, este vino lo cumplirá. Buenos momentos, grandes sensaciones, viajes imaginarios a campos llenos de frutales. Ahora bien, también hay que estar dispuesto a dar para recibir. No puedo exigir descubrir todos los secretos de algo que no estoy dispuesto a explorar.
En el segundo planeta vivía un vanidoso que estaba desesperado por ser admirado. Este vino está tranquilo sabiendo que quienes lo prueben lo admirarán, pero no porque sí, sino porque tiene mucho para ofrecer.
En el cuarto planeta vivía un hombre de negocios que sólo se preocupaba por los números, y no por el valor de las cosas. Si alguien quiere disfrutar realmente de este vino, que no imite a este personaje y se disponga a tomarse el tiempo necesario para conocer todo lo que tiene para dar este fresco exponente de nuestros vinos.
En el sexto planeta se encontraba un anciano que escribía grandes libros. Él era un geógrafo que no conocía su planeta por carecer de exploradores y no atreverse a aventurarse. Este caso puede ser el de algunos que no se animen a entrar en el mundo del vino y a descubrir todos los secretos que tiene para brindar.
El séptimo y último planeta es justamente La Tierra, donde además de encontrarse con quien escribe la historia se encontró con una sabia serpiente, una flor común, miles de rosas no tan hermosas como la suya, un zorro, un guardagujas y un mercader.
Es quizás el zorro quien más enseño a El Principito. Le hizo entender que al crear lazos, todo lo igual se vuelve diferente. Los pasos de una persona, iguales a todos, se hacen diferentes, conocidos. Este Chardonnay es así, diferente, único en sí mismo y para todos aquellos que generen lazos con él. ¿Cómo se generan lazos con un vino? Asignándole algo en particular. Un momento, una persona, un perfume…
El zorro le regaló un secreto y también obsequió el título de este post. “No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos… El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”. Justamente ese sería un gran resumen. Aquello que recibe nuestra atención, nuestro esfuerzo es lo que lo hace diferente, único.
Esta es la primera vez en el blog que maridaré un vino blanco y quise comenzar con un buen exponente como lo es el Chardonnay 2009 de Bodegas Bouza. Con respecto al libro que maridará este vino, obviamente el título no es casual y refiere a un pequeño gran libro. El uso del adjetivo “pequeño gran” puede parecer un cliché, pero creo que se adapta perfectamente a El Principito de Antoine de Saint-Exupéry.
Creo que “las personas grandes”, como nos define el autor, somos mucho menos capaces de realizar una cata real de lo que creemos. Enseguida nos volvemos serios y buscamos cosas contrastables en los sabores y los aromas, en vez de buscar lugares recónditos de nuestra memoria y nuestros más profundos sentimientos. Justamente cuando me refiero a cata real, es hallar en un vino aroma a una tarde de verano o una noche frente al fuego vivo de una chimenea, sin desmerecer durante un instante la habilidad de aquellos capacitados para encontrar aromas tangibles que poca gente tiene.
Como este blog es para gente grande, y según el autor “Las personas grandes aman las cifras” diré a modo de estadística que tan sólo se produjeron 7612 botellas de este vino que es 100% Chardonnay en viñedos que tienen una producción de 32 hl por hectárea. Se cosechó el 4 de febrero de 2009 y se envasó el 30 de noviembre de ese mismo año. Pido disculpas a aquellos con corazón de niños, pero “deben ser muy indulgentes con las personas grandes”.
Me atrevería a afirmar que todos hemos leído este libro varias veces, y nuevamente me subiré a otro cliché para decir que cada vez que uno lo lee, representa o significa algo diferente. Para aquellos que no lo hayan leído, personas que vienen o viven más allá del Asteroide B612 (la casa de El Principito) tratar de resumirlo es sumamente complicado, con riesgo de dejar muchas cosas importantes afuera. Por ello no lo haré e invitaré a que lo lean. Es un libro pequeño, fácil y muy satisfactorio de leer.
El Chardonnay de Bouza, es un gran exponente de esta cepa y merece ser probado y respetado. A los ojos (aunque lo esencial trasciende este sentido) se presenta blanco con reflejos plateados. Promete una frescura que rápidamente será confirmada. Una frescura propia de las respuestas y explicaciones de El Principito, propia de las respuestas y explicaciones de un niño.
La baja producción por planta de los terroirs de la bodega debe ser ayudada, no sólo por las características propias del terreno, sino también con la ayuda de quienes cuidan los viñedos. “Es cuestión de disciplina”, según palabras de El Principito. Aunque él se refiriera al cuidado continuo de los Baobabs en su diminuto planeta. Si él los dejara crecer a su antojo, el planeta estallaría. De igual forma, si los viñedos no se cuidaran, no se aprovecharían los nutrientes de un suelo diferenciado por la presencia de carbonato de calcio. “Hay que dedicarse regularmente a arrancar los baobas en cuanto se los distingue entre los rosales, a los que se parecen mucho cuando son muy jóvenes”. Las hierbas buenas y las malas son similares al comienzo, al igual que los problemas y cuestiones que arrastramos, por ello, como dice el autor “¡Niños! ¡Cuidado con los baobabs!”
El Principito conocía una flor que era única en el mundo. El resto de las rosas, eran “bellas, pero estáis vacías. […] ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que ella es la rosa a quien he regado”. No puedo decir si el Chardonnay 2009 de Bouza es único en el mundo por sí mismo, pero sí lo es para la gente de Bouza. Gracias a ellos nos encontramos con un vino de aromas intensos, con notas de vainilla (para la gente no grande: sábado de tarde en la niñez, con bizcochuelo y chocolatada, con dibujitos y sueños), también con amplia presencia frutal (para la gente no grande: primeras veces en la feria, dejándose cautivar por los colores y los aromas, por el ir y venir de la gente, y no preocupándose por si este puesto cobra un peso más el kilo de duraznos). Su pasaje por barrica le da más fuerza a estos aromas y lo convierte en un vino equilibrado. No todos los blancos van bien con el roble, pero por suerte nos encontramos con una clara y orgullosa excepción.
La rosa de El Principito era algo soberbia, pero muy sabia. Estaba convencida del hecho que se debían soportar algunas orugas, si se querían conocer las mariposas. Hay quienes no gustan de vinos con algo de acidez, pero sin ella, que en este caso está muy bien balanceada, no se disfrutaría de la sensación agradable que provoca este vino en la boca, con aromas retronasales que remitirán al durazno.
En su viaje a La Tierra, El Principito visitó varios planetas. El primero de ellos estaba habitado por un rey muy razonable, que sabía que “hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer. La autoridad reposa, en primer término sobre la razón”. Todo lo que se le puede exigir a este vino, este vino lo cumplirá. Buenos momentos, grandes sensaciones, viajes imaginarios a campos llenos de frutales. Ahora bien, también hay que estar dispuesto a dar para recibir. No puedo exigir descubrir todos los secretos de algo que no estoy dispuesto a explorar.
En el segundo planeta vivía un vanidoso que estaba desesperado por ser admirado. Este vino está tranquilo sabiendo que quienes lo prueben lo admirarán, pero no porque sí, sino porque tiene mucho para ofrecer.
En el cuarto planeta vivía un hombre de negocios que sólo se preocupaba por los números, y no por el valor de las cosas. Si alguien quiere disfrutar realmente de este vino, que no imite a este personaje y se disponga a tomarse el tiempo necesario para conocer todo lo que tiene para dar este fresco exponente de nuestros vinos.
En el sexto planeta se encontraba un anciano que escribía grandes libros. Él era un geógrafo que no conocía su planeta por carecer de exploradores y no atreverse a aventurarse. Este caso puede ser el de algunos que no se animen a entrar en el mundo del vino y a descubrir todos los secretos que tiene para brindar.
El séptimo y último planeta es justamente La Tierra, donde además de encontrarse con quien escribe la historia se encontró con una sabia serpiente, una flor común, miles de rosas no tan hermosas como la suya, un zorro, un guardagujas y un mercader.
Es quizás el zorro quien más enseño a El Principito. Le hizo entender que al crear lazos, todo lo igual se vuelve diferente. Los pasos de una persona, iguales a todos, se hacen diferentes, conocidos. Este Chardonnay es así, diferente, único en sí mismo y para todos aquellos que generen lazos con él. ¿Cómo se generan lazos con un vino? Asignándole algo en particular. Un momento, una persona, un perfume…
El zorro le regaló un secreto y también obsequió el título de este post. “No se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos… El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante”. Justamente ese sería un gran resumen. Aquello que recibe nuestra atención, nuestro esfuerzo es lo que lo hace diferente, único.
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