lunes, 8 de noviembre de 2010

UNA AVENTURA QUE SURCA LOS MARES

Para este primer maridaje de noviembre y la segunda entrada del mes nos iremos directamente al mar. Uno de los componentes de la combinación de hoy recibe su nombre gracias a una pequeña parte de nuestra historia, más específicamente, de la historia de nuestro río ancho como mar. El otro elemento de este maridaje viene desde mares al otro lado del mundo.

El libro de hoy es de Emilio Salgari, un escritor italiano de la segunda mitad del siglo XIX. Estoy hablando del libro Sandokán, la primera novela protagonizada por ese personaje. Es un príncipe de Borneo que decide dedicarse a la piratería con el nombre de “Tigre de la Malasia”. No elige este camino para apoderarse de tesoros, sino para vengarse del imperio británico que lo sacó de su trono y asesinó a su familia.

Un siglo antes de las aventuras de este príncipe, se hundía en las costas de Montevideo, más precisamente frente al barrio costero Punta Gorda, un galeón español con un gran cargamento de oro y plata. El cargamento, objetivo de los piratas que lo hundieron se considera uno de los diez mayores tesoros sumergidos en el mundo. Para aquellos que aún no sepan cuál es ese barco, se trata de El Preciado, el cual fue homenajeado por la bodega Castillo Viejo en un tinto de corte de alta gama. Para este vino cosecha 2002 se utilizó un cincuenta y seis por ciento de Cabernet Franc, un veinte por ciento de Merlot, un dieciocho por ciento de Tannat y un seis por ciento de Cabernet Sauvignon.

Hecha la presentación, comienzan los factores que hacen que este vino y el libro en cuestión mariden perfectamente. Por supuesto que el nombre y la presencia del galeón en la botella hacen que la relación con piratas o flotas mercantes a vela nazca inmediatamente. Pero más allá de eso está la aventura. Si bien en un caso está en riesgo mucho más que el otro, pero se necesita valentía para surcar los mares del sudeste de Asia, o para generar un corte de alta gama, con la esperanza que todo el esfuerzo (no sólo económico, sino de las expectativas puestas en el vino) valga la pena. Por suerte una vez más nos encontramos con un vino uruguayo que no es la excepción, y Castillo Viejo logró un gran vino que por ejemplo, ganó en su categoría en el concurso “El consumidor elige” del “XV Salón Nacional del Vino”.

El autor describe a Sandokán de la siguiente forma: “Era alto, vigoroso, de robusta musculatura, facciones enérgicas, feroces y de rara belleza”. Esta descripción se podría utilizar perfectamente como alegoría para describir lo que se siente en boca cuando este gran vino pasa por ella. Su volumen y untuosidad hacen que la primera impresión sea de un vino sublime, como esas personas que al entrar a un lugar lo llenan con su presencia, justamente como un príncipe alto y de facciones enérgicas. Los taninos están presentes, pero algo dulces y muy gentiles, propios de la caballerosidad de un pirata que supo ser de la realeza. El Preciado de Castillo Viejo promete durar mucho, tanto o más que las aventuras de nuestro personaje.

Es un vino orgulloso, seguro de lo que puede brindar y de lo que es. Sus casi dos años y medio de añejamiento (catorce meses en barrica y quince en botella), la combinación entre barricas de roble americano y francés con diferentes tostados y de diferentes tonelerías, le otorgan a cada botella una presencia que merece ser presentada con grandeza. De igual forma se presenta Sandokán diciendo: “Hay un hombre que impera sobre los mares que bañan las costas de las islas malayas, un hombre que es el azote de navegantes, que hace temblar a las gentes y cuyo nombre suena como una campana fúnebre. ¿Has oído hablar de Sandokán, llamado también el Tigre de la Malasia? Mírame la cara. ¡El Tigre soy yo!” La bodega Castillo Viejo está en condiciones de clamar por tener un vino que se destaca en la mesa o en cualquier cava, que a pesar de su tiempo sigue con la energía de un joven, que desafía los sentidos dejando misterios en la boca y la nariz, para seguirlo conociendo, que a pesar de probarlo cien veces, siempre mostrará una nueva sorpresa.

Sus aromas son complejos y exóticos. Se puede sentir tonos de chocolate y vainilla, con destacados matices frutales y especiados, como clavo de olor. Aromas de las tierras de Yañez, el ayudante portugués de nuestro personaje. Quizás aromas de las maderas que formaban su orgulloso barco, o tal vez propios de los tupidos bosques en los que Sandokán se escondía para escapar de los ingleses, o de quienes no querían su relación con Mariana, su gran amor.

Su color es púrpura con ribetes violáceos, oscuro como los ojos del príncipe despojado de su reino, pero con la vivacidad de quien tiene un objetivo. Al mismo tiempo posee una profundidad propia de un alma noble como su contenido y nuestro héroe. Tal vez esas noches en las que con su barco surcaba los mares en busca de una de las tantas islas de los mares de Malasia, tenían la oscuridad y el brillo propios que encontraremos en cada copa de El Preciado.

Un vino como este, sea cual sea la bodega no puede nacer sin ayuda del amor a lo que se hace y a lo que brinda la naturaleza. Ese amor que derrota hasta a la venganza más deseada. Sandokán, a pesar de perderlo todo frente a los ingleses y entender que “no soy pirata por avidez, soy justiciero, el vengador de mi familia y de mi pueblo, nada más”, encontró en unos ojos azules como el mar que acunó a El Preciado y al barco de nuestro héroe, el amor que le hizo dudar de sus propósitos: “Si quieres iré a destronar a un sultán para darte un reino; si deseas ser inmensamente rica, saquearé los templos de la India y de Birmania para cubrirte de diamantes y de oro… si me pides que renuncie para siempre a mis venganzas y que el pirata desaparezca, incendiaré mis praos para que nadie pueda piratear, despediré a mis hombres e incendiaré mis cañones. Habla, dime lo que quieres”.

Los dos componentes del maridaje de hoy merecen respeto y tiempo. Respeto porque se lo han ganado y tiempo porque es la mejor forma de disfrutarlos. Un vino como este debe ser decantado o al menos permitirse airear para que brinde todo de sí. Este libro merece tiempo, para entender que muchas veces intentar devolver el daño que se nos ha causado es bajeza de espíritu, que siempre será vencido por nobles sentimientos, y nobles vinos como El Preciado de Castillo Viejo.

1 comentario:

  1. Gran Pablo, para un gran amante de las novelas de Sandokan y Yáñez, tu comentario ha sido fantástico, porque coincido además en tu evaluación del El Preciado.
    Pero no hagamos como Yáñez, que espera demasiado tiempo, y en la cubierta del Rey del Mar, ya sin carbón y rodeados por los cuatro imponentes cruceros del vengativo hijo de Suyodhana que lo abruman con su cañoneo, Yánez tira al agua el final de su cigarro diciendo "anda a esperarme al fondo del mar".

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