Es muy complicado escaparle al fervor repentino por todo lo africano, como si la cita mundialista nos recordase, como una cadena enviada por mail, la existencia de este continente. Vemos en cada programa su orgullo intacto a pesar de todo, su resistencia, sus colores ensombrecidos por la realidad. Sus caras tristemente alegres, sus frentes siempre en alto.
Entonces, para no ser menos y seguir esta corriente, buscaré un maridaje entre un vino uruguayo con un toque sudafricano, y un autor con raíces en el continente negro. En este último caso, la persona no es conocida principalmente por sus libros, sino por ser el primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos.
Barack Obama escribió dos libros, pero hoy me dedicaré a Sueños de mi padre. Una historia de raza y herencia. En él, un hombre criado en Hawai y en Indonesia, hijo de un africano negro y una norteamericana blanca busca un significado a su vida. La noticia de la muerte de su padre (con quien convivió muy poco tiempo) generará una búsqueda de sus raíces que lo llevan a Kenia, país donde se encuentra gran parte de su familia que no conoce.
La bodega uruguaya URUKA recibe su nombre de la conjunción de las primeras tres letras de URUGUAY y las dos últimas de “SUID AFRIKA” (Sudáfrica en Afrikaans), cuenta en su equipo con Riaan van der Spuy, un enólogo sudafricano que brindó su experiencia y conocimiento para que la muy buena materia prima con la que cuenta la familia Lugano se convirtiera en excelentes vinos.
Uno de ellos es el Tannat-Merlot, donde lo bueno de nuestra cepa estrella se ve potenciado con las características de la uva que lo acompaña en esta gran mezcla. Mezcla que se repite en la personalidad que nos presenta Obama a lo largo del libro, donde las costumbres aprendidas por su madre y sus abuelos en Hawai, se suman a las de su padrastro en Indonesia para terminar de redondearse en Kenia con su familia paterna. Este abanico de culturas, creencias y tradiciones dio lugar a una personalidad capaz de romper las barreras de la raza y llegar a lo más alto de la política norteamericana.
La misma raza que él mismo de niño notaba que no tenía cabida en las series que veía, los catálogos que observaba o los personajes más comunes de la cultura popular.
El Tannat Merlot de URUKA (compuesto en una proporción de 70 a 30) tiene aromas complejos con algunos toques de especias difíciles de identificar. Tal vez serían esos mismos aromas que sintió Barack Obama al visitar junto a su hermana Auma una pequeña aldea en el medio de Kenia, donde su padre había nacido y crecido. Hay incluso algunos aromas que remiten dulzura (el apunte de cata correspondiente habla de “aroma a mermelada de frutos rojos”). Esa dulzura se encuentra claramente en los primeros capítulos del libro, cuando ese niño comienza a descubrir la vida (como todo niño), quién es, quién no es y en su inquietud infantil, empieza a cuestionarse determinadas cosas que un niño no tendría que preguntarse. Esa dulzura que está incluso en esos niños que se les dificulta ser niños. Esos niños que describe un compañero de trabajo de Obama en su pasaje por Chicago, mientras trabajaba para mejorar las condiciones de vida de las minorías negras. Ese compañero, llamado Will, dice que “ya no veo niños sonriendo por aquí. Uno los mira, los escucha… parecen siempre estar preocupados, furiosos por algo. No creen en nada”. Por suerte, a pesar de todo, la dulzura siempre está, se trate de un niño a quien le es muy difícil serlo, o de un vino como este.
Su color es rojo rubí, muy intenso y brillante. Hundiéndonos en él podemos ver esas noches espléndidas que Obama descubrió en la sabana africana, lejos de las luces de grandes ciudades.
Es un vino familiar para nosotros, acostumbrados a los sabores, aromas y sensaciones que despiertan o deberían despertar las dos cepas elegidas para esta combinación. El vino tiene eso, llega un punto de intimidad donde se puede esperar determinadas cosas, sentirnos en casa cuando están y perdidos cuando no las encontramos. En realidad todo eso se aplica a casi cualquier cosa, pero particularmente a las relaciones humanas, especialmente las familiares. Obama en un momento, mientras camina en Nairobi, habiendo encontrado sabores y aromas sorprendentes y nuevos (como el orgullo de sus familiares kenianos a pesar de todo, su nueva y numerosa familia de sangre), y otros ya conocidos (como la opresión hacia los negros) se detiene a cuestionarse qué significa realmente la familia “¿Qué es una familia? ¿Es sólo una cadena genética, padres e hijos, gente como yo? ¿O es una estructura social, una unidad económica, la solución óptima para criar hijos y dividirse el trabajo? ¿O quizá algo totalmente distinto: un cúmulo de recuerdos compartidos? ¿Un ámbito de amor? ¿Una pasarela sobre el vacío?" Nada de eso y todo junto. Aquel lugar al que llegamos al cerrar los ojos, al sentirnos bien. O al que queremos llegar cuando nos agobia la oscuridad. Un sabor, un aroma, una sensación. Un perfume, una persona, un libro o un vino. Todo eso nos puede llevar a casa, con nuestra familia, sea cual sea.
Es un vino particularmente especial para compartir, para descubrir y entender de a dos o más personas. Sintiendo el contacto a través del vino, la unión a través del vino. Como señala la etiqueta refiriéndose al Uruguay y a Sudáfrica, pero aplicable al momento específico del disfrute “United by wine”. Unión que Obama logra entender en Kenia, donde lejos de la modernidad y de la tecnología permanece intacto: “el persistente placer de la compañía, la alegría que proporciona el afecto humano”.
En boca resulta gentil a pesar de sus taninos. Agradable como los modales de Obama en Chicago, cuando muchas veces se hacía difícil mantener las buenas maneras, o en Kenia, cuando el entorno golpeaba en lo más bajo de un recién llegado de Norteamérica, quien veía que a pesar de los kilómetros de distancia (terrestres y conceptuales) que existían entre un pueblo y otro, la injusticia seguía siendo igual en todas partes, del hombre hacia el hombre mismo. Pero al igual que el autor descubrió en el camino diferentes realidades que lo hicieron seguir adelante, el pasaje del vino por nuestra boca es suave y aterciopelado, acariciando nuestros sentidos mientras se prepara para darnos un persistente final de boca.
Al igual que queda su sabor en boca, queda en nuestra mente al terminar el libro determinadas ideas del autor, una persona muy compleja e inteligente (condición que es sabido por todos gracias a la historia reciente que no es necesaria para ser presidente de Estados Unidos). Determinadas consideraciones acerca del racismo, del cual el autor es víctima pero también generador en algunos casos. La búsqueda imperiosa de sus raíces, a pesar de no saber muy bien que se está buscando. La nueva familia en contraste con la vieja. Las historias acerca de un padre casi desconocido. La herencia de un instinto de superación continuo. El intentar comprender y describir un país tan complejo como el continente en el que se encuentra inmerso.
Por último, existe otro punto en común, o al menos espero que así lo sea. El Tannat Merlot de Uruka se podrá guardar para dejarlo madurar un poco y disfrutarlo aún mejor. Ojalá que con Obama pase exactamente lo mismo. Que su gobierno madure de una vez por todas, y en un tiempo podamos disfrutar de un mundo mejor.
Entonces, para no ser menos y seguir esta corriente, buscaré un maridaje entre un vino uruguayo con un toque sudafricano, y un autor con raíces en el continente negro. En este último caso, la persona no es conocida principalmente por sus libros, sino por ser el primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos.
Barack Obama escribió dos libros, pero hoy me dedicaré a Sueños de mi padre. Una historia de raza y herencia. En él, un hombre criado en Hawai y en Indonesia, hijo de un africano negro y una norteamericana blanca busca un significado a su vida. La noticia de la muerte de su padre (con quien convivió muy poco tiempo) generará una búsqueda de sus raíces que lo llevan a Kenia, país donde se encuentra gran parte de su familia que no conoce.
La bodega uruguaya URUKA recibe su nombre de la conjunción de las primeras tres letras de URUGUAY y las dos últimas de “SUID AFRIKA” (Sudáfrica en Afrikaans), cuenta en su equipo con Riaan van der Spuy, un enólogo sudafricano que brindó su experiencia y conocimiento para que la muy buena materia prima con la que cuenta la familia Lugano se convirtiera en excelentes vinos.
Uno de ellos es el Tannat-Merlot, donde lo bueno de nuestra cepa estrella se ve potenciado con las características de la uva que lo acompaña en esta gran mezcla. Mezcla que se repite en la personalidad que nos presenta Obama a lo largo del libro, donde las costumbres aprendidas por su madre y sus abuelos en Hawai, se suman a las de su padrastro en Indonesia para terminar de redondearse en Kenia con su familia paterna. Este abanico de culturas, creencias y tradiciones dio lugar a una personalidad capaz de romper las barreras de la raza y llegar a lo más alto de la política norteamericana.
La misma raza que él mismo de niño notaba que no tenía cabida en las series que veía, los catálogos que observaba o los personajes más comunes de la cultura popular.
El Tannat Merlot de URUKA (compuesto en una proporción de 70 a 30) tiene aromas complejos con algunos toques de especias difíciles de identificar. Tal vez serían esos mismos aromas que sintió Barack Obama al visitar junto a su hermana Auma una pequeña aldea en el medio de Kenia, donde su padre había nacido y crecido. Hay incluso algunos aromas que remiten dulzura (el apunte de cata correspondiente habla de “aroma a mermelada de frutos rojos”). Esa dulzura se encuentra claramente en los primeros capítulos del libro, cuando ese niño comienza a descubrir la vida (como todo niño), quién es, quién no es y en su inquietud infantil, empieza a cuestionarse determinadas cosas que un niño no tendría que preguntarse. Esa dulzura que está incluso en esos niños que se les dificulta ser niños. Esos niños que describe un compañero de trabajo de Obama en su pasaje por Chicago, mientras trabajaba para mejorar las condiciones de vida de las minorías negras. Ese compañero, llamado Will, dice que “ya no veo niños sonriendo por aquí. Uno los mira, los escucha… parecen siempre estar preocupados, furiosos por algo. No creen en nada”. Por suerte, a pesar de todo, la dulzura siempre está, se trate de un niño a quien le es muy difícil serlo, o de un vino como este.
Su color es rojo rubí, muy intenso y brillante. Hundiéndonos en él podemos ver esas noches espléndidas que Obama descubrió en la sabana africana, lejos de las luces de grandes ciudades.
Es un vino familiar para nosotros, acostumbrados a los sabores, aromas y sensaciones que despiertan o deberían despertar las dos cepas elegidas para esta combinación. El vino tiene eso, llega un punto de intimidad donde se puede esperar determinadas cosas, sentirnos en casa cuando están y perdidos cuando no las encontramos. En realidad todo eso se aplica a casi cualquier cosa, pero particularmente a las relaciones humanas, especialmente las familiares. Obama en un momento, mientras camina en Nairobi, habiendo encontrado sabores y aromas sorprendentes y nuevos (como el orgullo de sus familiares kenianos a pesar de todo, su nueva y numerosa familia de sangre), y otros ya conocidos (como la opresión hacia los negros) se detiene a cuestionarse qué significa realmente la familia “¿Qué es una familia? ¿Es sólo una cadena genética, padres e hijos, gente como yo? ¿O es una estructura social, una unidad económica, la solución óptima para criar hijos y dividirse el trabajo? ¿O quizá algo totalmente distinto: un cúmulo de recuerdos compartidos? ¿Un ámbito de amor? ¿Una pasarela sobre el vacío?" Nada de eso y todo junto. Aquel lugar al que llegamos al cerrar los ojos, al sentirnos bien. O al que queremos llegar cuando nos agobia la oscuridad. Un sabor, un aroma, una sensación. Un perfume, una persona, un libro o un vino. Todo eso nos puede llevar a casa, con nuestra familia, sea cual sea.
Es un vino particularmente especial para compartir, para descubrir y entender de a dos o más personas. Sintiendo el contacto a través del vino, la unión a través del vino. Como señala la etiqueta refiriéndose al Uruguay y a Sudáfrica, pero aplicable al momento específico del disfrute “United by wine”. Unión que Obama logra entender en Kenia, donde lejos de la modernidad y de la tecnología permanece intacto: “el persistente placer de la compañía, la alegría que proporciona el afecto humano”.
En boca resulta gentil a pesar de sus taninos. Agradable como los modales de Obama en Chicago, cuando muchas veces se hacía difícil mantener las buenas maneras, o en Kenia, cuando el entorno golpeaba en lo más bajo de un recién llegado de Norteamérica, quien veía que a pesar de los kilómetros de distancia (terrestres y conceptuales) que existían entre un pueblo y otro, la injusticia seguía siendo igual en todas partes, del hombre hacia el hombre mismo. Pero al igual que el autor descubrió en el camino diferentes realidades que lo hicieron seguir adelante, el pasaje del vino por nuestra boca es suave y aterciopelado, acariciando nuestros sentidos mientras se prepara para darnos un persistente final de boca.
Al igual que queda su sabor en boca, queda en nuestra mente al terminar el libro determinadas ideas del autor, una persona muy compleja e inteligente (condición que es sabido por todos gracias a la historia reciente que no es necesaria para ser presidente de Estados Unidos). Determinadas consideraciones acerca del racismo, del cual el autor es víctima pero también generador en algunos casos. La búsqueda imperiosa de sus raíces, a pesar de no saber muy bien que se está buscando. La nueva familia en contraste con la vieja. Las historias acerca de un padre casi desconocido. La herencia de un instinto de superación continuo. El intentar comprender y describir un país tan complejo como el continente en el que se encuentra inmerso.
Por último, existe otro punto en común, o al menos espero que así lo sea. El Tannat Merlot de Uruka se podrá guardar para dejarlo madurar un poco y disfrutarlo aún mejor. Ojalá que con Obama pase exactamente lo mismo. Que su gobierno madure de una vez por todas, y en un tiempo podamos disfrutar de un mundo mejor.
a muy bueno brillante, fluido y reflexivo.
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